Anomia en el Peru

Rodrigo B.
Teoría Sociológica 2
30/10/03

La anomia puede ser entendida de distintas formas. Una de ellas la entiende como una situación en que las acciones de los individuos no están regidas por normas claras e impositivas. Otra concepción la entiende como el desarreglo de las relaciones entre el individuo (o los individuos en general) y su sociedad, debido a cambios bruscos en ésta. Una tercera forma de verla refiere a un momento en que la estructura social promueve o impone a los individuos ciertos valores o normas de conducta incapaces de ser realizadas dadas las escasas posibilidades que ofrece la misma sociedad.

Para entender las supuestas formas de anomia que atraviesan al país en diferentes ámbitos de la vida social, es importante hacer un previo análisis de la situación de la estructura histórica nacional. Ahí podemos hablar de las grandes brechas aludidas por Sinesio López en lo que refiere a la construcción de la ciudadanía, una ciudadanía que ha creado acceso a recursos y derechos diferenciado según variables tales como género, raza, región, etc. De esta manera se crean ciudadanías de distintas categorías.

Para fines de nuestro análisis podemos dividir la historia de la república peruana, a groso modo, en tres etapas. Desde su origen hasta la década del 50 del siglo XX, en donde el proceso de modernización es todavía muy lento. A partir de entonces el proceso se acelera, hay un crecimiento económico fuerte, sostenido y diversificado, que se traduce en una mayor modernización del país. A mediados de los años 70 se da un estancamiento y una crisis económica; a partir de entonces en adelante, hay un curso errático en este proceso, con discontinuidades de un gobierno a otro.

Desde los años 50 tiene lugar en el país una gran oleada migratoria, principalmente del campo, especialmente serrano, a la ciudad, buscando justamente los derechos que no podían ser ejercidos por la ciudadanía de categorías inferiores debido a las brechas mencionadas. Este proceso no se detiene con la reforma agraria de 1969.

El resultado general es una adaptación a la modernidad por parte de la población migrante, a distintos ritmos y por distintos rumbos. Uno de esos caminos es el de la llamada informalidad. La anomia en este caso se referiría a las dificultades de un orden oficial, el status quo, el Estado y el orden legal, que no es capaz de incorporar a esta población. A su vez esta última es resultado y a la vez punto de partida de una gran heterogeneidad cultural y estructural. De esta forma, se crean arreglos organizativos e institucionales que no son del todo orgánicos, y que mantienen permanentes tensiones e inestabilidades.

Tratando de entender este fenómeno Hugo Neira parte del periodo de estancamiento en los años setenta ya mencionado. Para él ese es un momento fundamental, puesto que se da una crisis y un cambio, un reacomodo de muchos actores sociales que salen de lo institucionalizado. Esto crea desorganización e incluso delincuencia, aunque su exposición en este punto no queda muy clara a falta de un marco teórico claro.

Catalina Romero hace un acercamiento muy distinto, y pone en duda lo que para Neira es un supuesto implícito: la existencia de UN orden, lo que nos sitúa en un marco histórico mucho mayor que el de Neira. Para ella, y en razón de toda la “estructura histórica nacional” explicada más arriba, no existe tal orden; hay varios órdenes, que se mezclan y crean una realidad heterogénea. La población tiene que adaptarse a instituciones que no fueron gestadas por procesos de los cuales ellos fueran protagonistas. Así tenemos varios “órdenes”, uno tradicional, otro moderno, y uno que se gesta con en medio de estos dos, un orden en continua transición.

Romero se adscribe al carácter estructural de la anomia, y subraya la existencia de contradicciones entre estos distintos órdenes, las que imposibilitan la toma de consensos en la sociedad. Dado que esta imposibilidad se hace permanente, ella postula la existencia de una “anomia institucionalizada”, fruto de esta heterogeneidad. En esta situación no se puede decir que haya solamente una conducta que se desvíe del orden institucionalizado, puesto que éste no es uno solo, de modo que lo que es desviado o anómico en uno, no necesariamente lo es en el otro. De ahí que tengamos tenemos ambigüedad, confusión y desintegración. Si tomáramos como referencia uno de estos órdenes, como por ejemplo el orden que impone el Estado, nos toparíamos con dificultades como que éste está conformado por lo que se podría llamar “clases dominantes”. Al poner ellos los objetivos de la sociedad, y al tener sólo ellos los medios para alcanzarlos, el orden alternativo para alcanzar estas metas (informalidad), siempre existiría.

Así, por todo lo presentado, se nos plantea el problema de rediseñar el concepto de anomia para el Perú, aún cuando este puede servir como punto de partida. Este país no se ajusta a la teoría de Durkheim, que está hablando de un país unificado, donde se puede hablar de UN orden sin forzar la realidad. En una sociedad con distintas culturas y distintos cuerpos sociales, el ideal homogeneizador “rebota”. No debemos hacer que la realidad se adecue a la teoría, sino construir ésta a partir de la realidad.

NOTA: Sin embargo, no deja de existir un orden “oficial” que sirve de punto de referencia más o menos universal a todo el país. Es precisamente este orden el que permite hablar de “brechas ciudadanas”; éstas sólo pueden existir si asumimos que todos en el país aspiran a disfrutar de ciertos derechos. El que el Estado reciba ciertas demandas que se repiten en todas partes es una evidencia de ello. Al mismo tiempo, hay menor universalidad en lo referido a la aceptación de deberes, o en cuanto a la participación en un solo cuerpo político. (Guillermo Rochabrún S.)

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