Max Weber y Richard Morse

Alumna: V.A
Noviembre 18 – 20


Siguiendo la discusión de la semana anterior, podemos decir brevemente, a partir de lo que plantea Richard Morse, que en Latinoamérica existe una matriz cultural en donde predomina un pensamiento organicista; es decir, el individuo no tiene un valor central, fundante, sino que está subordinado a instancias colectivas, en muchos casos de carácter corporativo. Desde la conquista el tipo de dominio español que se ejerció mostraba sus orígenes medievales en las jerarquías civiles.

Este dominio estaba imbuido de principios cristianos y operaba dentro de una lógica centralista, pues contaba con leyes, costumbres, decisiones judiciales y administrativas. Todo partía del Estado, hasta la demanda de tierras y la vida económica. En la colonia se constituye un orden corporativo que prescribía relaciones armoniosas entre las corporaciones. El gobierno asumió un carácter patrimonialista, que se apoyaba fuertemente en la Iglesia (a la cual, por otra parte, controlaba). Dicho orden no desaparece con la independencia. Los nuevos elementos liberales propios de la modernidad se incrustan en esta matriz tradicional (conservadora).

Desde un punto de vista formal puede decirse que hoy en día –y en general desde la República- lo político-estatal se desarrolla bajo una legitimidad racional-legal. Por ejemplo las denuncias de abuso de autoridad, o de haber faltado al procedimiento, son de ese carácter. Al mismo tiempo, mucho de las relaciones de poder en la política y en el Estado asumen un carácter patrimonial.


CLASES, FORMAS DE ESTRATIFICACION Y COMUNIDADES POLITICAS

Individuo y Colectividad en Weber

Si partimos del individuo, llegamos en cualquier caso a la existencia de probabilidades, entendidas como instancias de acción y de sentido más o menos racionalizado. En el caso de Weber, a diferencia de Marx y de Durkheim, no llegamos a una idea de “sociedad” como un bloque cerrado que pueda ser conceptualizado como una instancia colectiva.

Hay instancias colectivas que las conocemos a través de comportamientos de incontables individuos que actúan, hacen cosas o dejan de hacerlas. Pero todo esto ocurre a través de redes de acción, de comportamiento, orientado por algún tipo de norma, patrón, marco de referencia, significados, etc.

Dentro de las múltiples clasificaciones que hace Weber, los individuos ingresan en colectividades de manera voluntaria, pero también ingresan por adscripción a otras colectividades de manera compulsiva. Pero aquí “compulsivo” no significa por la fuerza; por ejemplo, en la mayoría de las naciones se dice que el individuo que nace en un territorio nacional es de ese país. Es decir, se le adscribe una nacionalidad por encima de cualesquier voluntad del individuo en cuestión. Eso es una pertenencia compulsiva (obligatoria, automática, involuntaria). Igualmente sucede con la pertenencia a un grupo étnico o adscripciones religiosas. Pero en todos estos casos hay relaciones de autoridad, entendida esta como una dominación legítima o legitimada. Estas relaciones de autoridad que se ejercen en organizaciones voluntarias o compulsivas pueden ser de cualquiera de los principales tipos de dominación que plantea Weber: legal-racional, tradicional o carismático.

Hay sin embargo otras distinciones. Una de las más importantes es la que se da entre relaciones comunitarias y relaciones asociativas. Esta dicotomía se puede relacionar con muchas otras polaridades que fueron desarrolladas por los más diversos autores, tales como: relaciones tradicionales y relaciones modernas (Parsons), o estructuras organizadas mediante el status o mediante relaciones contractuales respectivamente (Sir Henri Maine); solidaridad mecánica y solidaridad orgánica (Durkheim), relaciones “primarias” y “secundarias” (Charles Cooley), etc.

Volviendo a Weber, en el caso de las relaciones comunitarias hay un sentimiento de pertenencia: “una relación social se debe de llamar comunal en la medida en que la orientación de la acción social se base en el sentimiento subjetivo de las partes, es decir, de tipo afectivo-tradicional”. Por otro lado, “una relación social se debe de llamar asociativa en la medida en que la acción social descansa sobre un ajuste racionalmente motivado de intereses o un acuerdo motivado de manera similar racional en razones de convivencia”. (Ver Economía y Sociedad Parte I, Cap. I, apartado 9) Por lo general el tipo asociativo descansa en un acuerdo racional por consentimiento mutuo.

Tanto las relaciones comunitarias como asociativas pueden vincularse a los tipos básicos de acción social. En el primer caso, a una acción social tradicional o afectiva, y en el segundo a una acción social con arreglo a fines o a valores. Por lo general existe una combinación de éstos. Por ejemplo, la afirmación de Durkheim por la que si bien una relación determinada puede empezar en términos contractuales, con el tiempo va teniendo elementos extra contractuales como lealtad, simpatía, antipatía. Es decir, elementos de tipo afectivo, que pueden terminar siendo muy importantes y fundamentales para la fluidez de la misma relación contractual.

Dado el carácter formal de los conceptos de Weber, estos temas pueden ser tratados tanto en un nivel micro social como en un plano macro social. Este último nos lleva a temas como clase social, estamentos, de un lado, y nación y comunidades políticas del otro.

Según Weber no hay un orden permanente, pues estamos envueltos siempre en distintos tipos de ordenamiento que ocurren simultáneamente. Una misma persona está sometida a presiones, tensiones y marcos de orientación de distintos órdenes a la vez. Para Weber existen órdenes diferentes que pueden llegar a entrar (aunque no necesariamente) en contradicciones abiertas. El sociólogo debe analizar los fundamentos de estas distintas instancias colectivas y entender qué relación puede haber entre ellas.


Clases y Estamentos

Weber define la situación de clase como el conjunto de probabilidades típicas de obtener bienes, de ganar una posición determinada y de encontrar satisfacciones subjetivas. Esta probabilidad deriva del control relativo sobre bienes y habilidades y de los usos productivos que se les pueda dar dentro de un determinado orden económico.

Weber distingue tres tipos de clases: propietarias, lucrativas y sociales. Estas clases son definidas estrictamente por motivos económicos. Weber distingue entre clases positiva y negativamente privilegiadas, tanto entre las clases propietarias como entre las clases lucrativas. Las clases propietarias estan definidas por la posibilidad de tener una renta (ej. recibir tributos), las lucrativas estan definidas por la posibilidad de tener una ganancia o un ingreso. En última instancia, clase significa posición en el mercado.

La situación de clase de los individuos es diferente a su status o estamento. Este último se sitúa en el terreno del honor o prestigio. Clase y estamento son campos diferentes con lógicas distintas. Por ejemplo no siempre el tener muchas propiedades lleva a tener honor. En el caso de los estamentos estamos en el reino de lo adscrito. Las relaciones de lo estamental con lo económico pueden ser múltiples pero no unívocas y no podemos reducir el mundo estamental al mundo económico.


Nación y Comunidad Política

La comunidad política está definida por la posibilidad de usar en forma legítima, en última instancia, la fuerza física, pudiendo llegar hasta las últimas consecuencias: el disponer de la vida de sus miembros. La base de la comunidad política es la posibilidad de disponer legítimamente de la vida de sus integrantes. La idea de nación –o Patria- inspira el sentimiento de derivar de ella y pertenecer a ella. Por lo mismo, la patria, como la madre, puede reclamar cualquier sacrificio, pues todo se le debe. Esta relación de fuerza puede ejercerse frente a otras comunidades políticas, o también al interior de una comunidad política, ya sea por delitos penales o traición a la patria.

Una comunidad económica puede existir dentro de una comunidad política, ya que esta última va más allá que la primera, pues los vínculos políticos no tienen los límites de los vínculos económicos. Pero lo que define principalmente a una comunidad política y en general a una nación es la comunidad de destino: los individuos pueden compartir un pasado común, pero no necesariamente sentirán que van a tener un futuro común. En las comunidades políticas se hace énfasis en la seriedad de la muerte que atañe a cada individuo de la comunidad, ya que ésta tiene la posibilidad de disponer de sus vidas. Para Weber, la clase está sobre el plano de la economía, estrictamente referido al mercado. Mientras que la nación o la comunidad política está referida al campo de la política, a la polaridad vida-muerte y a un sentimiento de pertenencia a una instancia política determinada. Si clase-nación lo colocáramos en el esquema marxista de base-superestructura, la clase va a estar en la base y la nación en la superestructura. En la base la clase aparece situada al interior de un conjunto de contradicciones. Por su parte la nación aparece como una categoría ideológica que existe y opera en beneficio de las clases dominantes.

Weber hace un planteamiento evolutivo muy breve de situaciones originarias más o menos supuestas o imaginadas del desarrollo de las comunidades políticas. En algo así como los inicios Weber discierne la existencia de una comunidad propiamente dicha, y al lado de ella una comunidad de guerreros. Esta comunidad de guerreros tiene como función principal el ataque y la defensa frente a otras comunidades, cumpliendo un papel de supervivencia del conjunto. Esto implica que los guerreros sean los que constituyen la categoría de los hombres. Independientemente de su sexo, todo aquel que no es capaz de portar armas es considerado correlativamente como mujer. Los guerreros están en la cúspide de la jerarquía, ejerciendo incluso la violencia sobre los demás.

A partir de aquí hay según Weber un curso evolutivo. En él hay un momento en el cual los guerreros ya no forman comunidades aparte sino son reintegrados a la misma comunidad. Esto ocurriría cuando aparece un desarrollo de la producción y del comercio que hace que la población en su conjunto no se reproduzca a merced del pillaje de pueblos vecinos sino a partir de actividades productivas internas, enlazadas con el comercio u otras actividades. De esta manera la guerra ya no es elemento necesario en la vida de la comunidad, e incluso puede ser inconveniente para ello. En vez de tener relaciones hostiles con los vecinos, se establecen relaciones de reciprocidad y comercio. La comunidad política monopoliza el uso legítimo de la fuerza, y se transforma en un instituto protector de los derechos. Se produce un interés de apoyo en todos los grupos económicamente interesados; junto a ello se produce también un apoyo del poder religioso. Aparece de un lado el Estado y del otro el Derecho. Y el mercado cumple un factor impulsor sobre estos dos. Pero lo económico no elimina lo político.

Según Weber, para poder construir una nación no es suficiente compartir un mismo idioma, una misma cultura o una misma religión. Estos elementos cumplen un rol, pero, para poder construir una nación es fundamental la comunidad de destino. Ella tiene que ver con experiencias históricas que se consideran fundamentales, pero tienen también que definir un futuro. Esta comunidad de destino puede debilitarse o desaparecer, como ejemplo de ello, es el caso de Panamá y Colombia: países que antes pertenecian a una misma nación.

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