El individualismo y los intelectuales (1898)

autor: Émile Durkheim

La cuestión que desde hace seis meses divide tan dolorosamente al país está en camino de transformarse: simple cuestión de hecho en el origen, se ha generalizado poco a poco. La intervención reciente de un literato conocido ha ayudado mucho a este resultado. Parece que ha llegado el momento de renovar con un golpe de claridad una polémica que estaba entreteniéndose en repeticiones ociosas. Es por esto que, en lugar de retomar nuevamente la discusión de los hechos, hemos querido dar un salto y elevarnos hasta el plano de los principios: es a la idiosincrasia de los "intelectuales" , a las ideas fundamentales que ellos reclaman, y no más al detalle de su argumentación que se ha atacado. Si ellos se niegan obstinadamente "a inclinar su lógica delante de un general del ejército", es evidente que se arrogan el derecho de juzgar por sí mismos la cuestión; es que ponen su razón por encima de la autoridad, es que los derechos del individuo les parecen imprescriptibles. Es entonces su individualismo el que ha determinado su sisma. Pero entonces, se ha dicho, si se quiere volver a traer la paz a los espíritus y prevenir el retorno de discordias semejantes, es este individualismo al que es necesario enfrentar decididamente. Es necesario poner fin de una vez por todas a esta inagotable fuente de divisiones intestinas. Y una verdadera cruzada ha comenzado contra esta plaga pública, contra "esta gran enfermedad de nuestro tiempo."
Aceptamos con mucho gusto el debate en estos términos. También creemos que las controversias de ayer no hacen más que expresar superficialmente un disenso más profundo: que los espíritus se han enfrentado mucho más sobre una cuestión de principio que sobre una cuestión de hecho. Dejemos pues de lado los argumentos circunstanciales que son intercambiados de una parte y de otra; olvidémonos del affaire mismo y de los tristes espectáculos de los que hemos sido testigos. El problema que se levanta delante de nosotros sobrepasa infinitamente los incidentes actuales y debe ser abstraído de ellos.

I
Hay un primer equívoco del que es necesario desembarazarse antes de todo.
Para hacer menos dificultoso el enjuiciamiento del individualismo, se le confunde con el utilitarismo estrecho y el egoísmo utilitario de Spencer y los economistas. Esto es facilitarse la tarea y convertir la crítica en un partido sencillo. Es fácil, en efecto, denunciar como un ideal sin grandeza ese comercialismo mezquino que reduce la sociedad a no ser más que un vasto aparato de producción y de intercambio, y es demasiado claro que toda vida común es imposible si no existen intereses superiores a los intereses individuales. Que tales doctrinas sean tratadas de anárquicas es sumamente merecido y nosotros participamos de este juicio. Pero lo que es inadmisible es que se razone como si este individualismo fuera el único que existe o incluso el único posible. Por el contrario, este individualismo deviene cada vez más una rareza y una excepción. La filosofía práctica de Spencer es de tal miseria moral que ya no cuenta prácticamente con partidarios. En cuanto a los economistas, si se han dejado antaño seducir por el simplismo de esta teoría, desde hace ya mucho tiempo han sentido la necesidad de atemperar el rigor de su ortodoxia primitiva y abrirse a sentimientos más generosos. El señor de Molinari es casi el único, en Francia, que ha permanecido intratable en su obstinación y no es de mi conocimiento que haya ejercido una gran influencia sobre las ideas de nuestra época. En verdad, si el individualismo no tuviera otros representantes sería completamente inútil mover cielo y tierra de este modo para combatir a un enemigo que está en tren de perecer tranquilamente de muerte natural.
Pero existe otro individualismo sobre el que es menos fácil vencer. Ha sido profesado desde hace un siglo por la más amplia generalidad de pensadores: es aquel de Kant y de Rousseau, el de los espiritualistas, el que la "Declaración de los derechos del hombre" ha intentado, más o menos satisfactoriamente, traducir en fórmulas, el que se enseña corrientemente en nuestras escuelas y que ha devenido la base de nuestro catequismo moral. Se cree, en verdad, afectarlo bajo el manto del primero, pero las diferencias con él son profundas, y los críticos que dirigen su atención hacia uno no sabrán ponerse de acuerdo en el otro. Lejos de hacer al interés personal el objetivo de la conducta, ve en todo aquello que es móvil personal la fuente misma del mal. Según Kant, no tengo la certeza de actuar correctamente sino cuando los motivos que me determinan están ligados no a las circunstancias particulares en las que estoy situado sino a mi calidad de hombre in abstracto. A la inversa, mi acción es mala cuando no puede justificarse lógicamente más que por mi situación económica o por mi condición social, por mis intereses de clase o de casta, por mis pasiones, etc. Es por esto que la conducta inmoral se reconoce por estar ligada estrechamente a la individualidad del agente y no puede ser generalizada sin caer en un absurdo evidente. Del mismo modo, si -según Rousseau- la voluntad general, que es la base del contrato social, es infalible, si es la expresión auténtica de la justicia perfecta, es que ella es la resultante de todas las voluntades particulares; por consiguiente, ella constituye una suerte de medio impersonal del que todas las consideraciones individuales son eliminadas porque, siendo divergentes e incluso antagónicas, se neutralizan y suprimen mutuamente. Entonces, para uno y para el otro, las únicas maneras de hacer que son morales son aquellas que pueden convenir a todos los hombres indistintamente, es decir que están implicadas en la noción del hombre en general.
Henos aquí bien lejos de esta apoteosis del bienestar y el interés privados, de este culto egoísta del sí mismo que se ha podido con justicia reprochar al individualismo utilitario. Por el contrario, según estos moralistas, el deber consiste en desviar nuestras miradas de aquello que nos concierne personalmente, de todo aquello ligado a nuestra individualidad empírica, para buscar únicamente lo que reclama nuestra condición de hombres, aquello que tenemos en común con todos nuestros semejantes. Asimismo, este ideal desborda de tal modo el nivel de los fines utilitarios que aparece a las conciencias que aspiran a él como completamente marcado de religiosidad. Esta persona humana, cuya definición es como la piedra de toque a partir de la cual el bien se debe distinguir del mal, es considerada como sagrada, en el sentido ritual de la palabra por así decirlo. Ella tiene algo de esa majestad trascendente que las iglesias de todos los tiempos asignan a sus dioses; se la concibe como investida de esa propiedad misteriosa que crea un espacio vacío alrededor de las cosas santas, que las sustrae de los contactos vulgares y las retira de la circulación ordinaria. Y es precisamente de allí que viene el respeto del cual ella es objeto. Todo el que atente contra una vida humana, contra el honor de un hombre, nos inspira un sentimiento de horror, análogo desde todo punto de vista al que experimenta el creyente que ve profanar su ídolo. Una moral de este tipo no es simplemente una disciplina higiénica o una sabia economía de la existencia; es una religión en la que el hombre es, al mismo tiempo, el fiel y el Dios.
Pero esta religión es individualista, puesto que tiene al hombre por objeto y dado que el hombre es un individuo por definición. Incluso no hay sistema en el que el individualismo sea más intransigente. En ningún lugar los derechos del individuo son afirmados con más energía, puesto que el individuo es aquí colocado en el rango de las cosas sacrosantas; en ninguna parte el individuo es más celosamente protegido contra las usurpaciones provenientes del exterior, de donde quiera que vengan. La doctrina de lo útil puede fácilmente aceptar toda suerte de compromisos y transacciones sin renegar de su axioma fundamental; puede admitir que las libertades individuales sean suspendidas todas las veces que el interés del mayor número exija este sacrificio. Pero no hay acuerdo posible con un principio que es así puesto fuera y por encima de todos los intereses temporales. No hay razón de Estado que pueda justificar un atentado contra la persona cuando los derechos de la persona están por encima del Estado. Si el individualismo es por sí mismo un fermento de disolución moral, he aquí que se manifiesta más cabalmente su esencia antisocial. Se observa esta vez cuál es la gravedad de la cuestión. Porque este liberalismo del siglo XVIII que es, en el fondo, el objeto de todo el litigio, no es simplemente una teoría de gabinete, una construcción filosófica; se ha transferido a los hechos, ha penetrado nuestras instituciones y nuestras costumbres, se ha mezclado con toda nuestra vida, y si verdaderamente fuera necesario deshacernos de él, sería a toda nuestra organización moral a la que habría que reformar en el mismo movimiento.

II

Ahora bien, es ya un hecho remarcable que todos estos teóricos del individualismo no sean menos sensibles a los derechos de la colectividad que a los del individuo. Nadie ha insistido más enérgicamente que Kant sobre el carácter supraindividual de la moral y del derecho; hace de esto una suerte de consigna a la cual el hombre debe obedecer por el hecho mismo de que sea una consigna y sin tener que discutirla; y si se le ha reprochado a veces el haber exagerado la autonomía de la razón, se ha podido decir igualmente, no sin fundamentos, que él ha puesto en la base de su moral un acto de fe y de sumisión irracionales. Por otra parte, las doctrinas se juzgan sobre todo por sus productos, es decir por el espíritu de las doctrinas que ellas suscitan: ahora bien, del kantismo han salido la ética de Fichte, que está ya completamente impregnada de socialismo, y la filosofía de Hegel de la cual Marx fuera discípulo. Para Rousseau, se sabe como su individualismo disimula una concepción autoritaria de la sociedad. Como consecuencia de esto, los hombres de la Revolución, al tiempo que promulgaban la famosa "Declaración de los derechos", han hecho a Francia una, indivisible, centralizada, y puede ser necesario también ver antes que nada, en la obra revolucionaria, un gran movimiento de concentración nacional. Finalmente, la razón capital por la que los espiritualistas han siempre combatido la moral utilitaria es que ella les parece incompatible con las necesidades sociales.
¿Se dirá que este eclecticismo no puede funcionar sin contradicción? Ciertamente no pensamos defender la manera en la que estos diferentes pensadores se las han arreglado para reconciliar estos dos aspectos de sus sistemas. Si, con Rousseau, se comienza por hacer del individuo una especie de absoluto que puede y que debe satisfacerse a sí mismo, es evidentemente difícil luego explicar cómo se ha podido constituir el estado civil. Pero se trata actualmente de saber, no si tal o cual moralista ha conseguido mostrar como estas dos tendencias se reconcilian, sino si estas tendencias son por sí mismas conciliables o no. Las razones que se han dado para establecer su unidad pueden no tener valor y, sin embargo, que esta unidad sea real; y ya el hecho de que ellas se hayan encontrado generalmente en los mismos espíritus es por lo menos una presunción que son compatibles; de donde se sigue que deben depender de un mismo estado social del que ellas no son posiblemente más que dos aspectos diferentes.
Y, en efecto, una vez que se ha dejado de confundir el individualismo con su contrario, es decir con el utilitarismo, todas estas pretendidas contradicciones se desvanecen como por arte de magia. Esta religión de la humanidad tiene todo lo necesario para hablar a sus feligreses en un tono no menos imperativo que el de las religiones que ella viene a reemplazar. Lejos de limitarse a glorificar nuestros instintos, nos asigna un ideal que desborda infinitamente la naturaleza; porque no somos por naturaleza esta sabia y pura razón que, librada de todo móvil personal, legislaría en abstracto sobre su propia conducta. Sin duda, si la dignidad del individuo le viniera dada de estos caracteres individuales, de las particularidades que lo distinguen de los demás, se podría temer que ella lo encerrara en una suerte de egoísmo moral que tornaría imposible toda solidaridad. Pero, en realidad, él la recibe de una fuente más alta y que le es común con todos los hombres. Si tiene derecho a este respeto religioso, es porque tiene en sí algo de la humanidad. Es la humanidad lo respetable y sagrado; ahora bien, ella no está toda en el individuo. Está esparcida en todos sus semejantes; por consiguiente, el individuo no puede tomarla como fin de su conducta sin estar obligado a salir de sí mismo y derramarse allí fuera, en la vida común. El culto del que es a la vez el objeto y el agente, no se dirige al ser particular que él es y que lleva su nombre, sino a la persona humana, adonde ella se encuentre y bajo cualquier forma en la que se encarne. Impersonal y anónimo, tal objeto planea bien por encima de todas las conciencias particulares y puede así servirles de centro de reunión. El hecho de que no nos sea extraña (por el solo hecho de ser humana) no impide que nos domine. Ahora bien, todo lo que hace falta para que las sociedades sean coherentes, es que sus miembros tengan los ojos fijos en un mismo fin, que se encuentren en una misma fe; pero no es para nada necesario que el objeto de esta fe común se enlace a través de algún vínculo con las naturalezas individuales. En definitiva, el individualismo así entendido es la glorificación, no del sí mismo, sino del individuo en general. Tiene como resorte no al egoísmo sino a la simpatía por todo aquello que es el hombre, una piedad más profunda por todos los dolores, por todas las miserias humanas, una más ardiente necesidad de combatirlos y calmarlos, una más grande sed de justicia. No tiene para ello más que hacer comulgar a todas las buenas voluntades. Sin duda, puede suceder que el individualismo sea practicado con un espíritu completamente diferente. Algunos lo utilizan para sus propios fines personales, lo emplean como un medio para cubrir su egoísmo y sustraerse cómodamente de sus deberes para con la sociedad. Pero esta explotación abusiva del individualismo no prueba nada contra él, del mismo modo que las mentiras interesadas de la hipocresía religiosa no prueban nada contra la religión.
Pero tengo prisa por llegar a la gran objeción. Este culto del hombre tiene por primer dogma la autonomía de la razón y por primer rito el libre examen. Ahora bien, se dice, si todas las opiniones son libres, ¿por qué milagro habrán de ser armónicas? Si se forman sin conocerse y sin haber tenido en cuenta las unas a las otras, ¿cómo podrán no ser incoherentes? La anarquía intelectual y moral sería pues la consecuencia inevitable del liberalismo. Tal es el argumento, siempre refutado y siempre renaciente, que los eternos adversarios de la razón retoman periódicamente, con una perseverancia a la que nada desalienta, todas las veces que un relajamiento pasajero del espíritu humano lo pone más a su merced. Sí, es cierto que el individualismo conlleva siempre un cierto intelectualismo; porque la libertad de pensamiento es la primera de las libertades. Pero, ¿dónde se ha visto que tenga por consecuencia este absurdo engreimiento de sí mismo que encerraría a cada uno en su propio sentimiento y crearía un vacío entre las inteligencias? Lo que él exige es el derecho, para cada individuo, de conocer las cosas que puede legítimamente conocer; pero no consagra en absoluto no se que derecho a la incompetencia. Sobre una cuestión en la que no me puedo pronunciar con conocimiento de causa, no le cuesta nada a mi independencia intelectual seguir un consejo más competente. La colaboración de los hombres de ciencia no es siquiera posible sino gracias a esta mutua deferencia; continuamente cada ciencia toma prestadas de sus vecinos proposiciones que acepta sin verificación. Solo hacen falta razones a mi entendimiento para que éste se incline delante del de los demás. El respeto de la autoridad no tiene nada de incompatible con el racionalismo siempre que la autoridad esté fundada racionalmente.
Es por esto que, cuando se quiere persuadir a ciertos hombres de que incorporen un sentimiento que no es el suyo, no alcanza, para convencerlos, con volver a repetir ese lugar común de retórica banal que la sociedad no es posible sin sacrificios mutuos y sin un cierto espíritu de subordinación; hace falta además justificar en la especie la docilidad que se les demanda, demostrándoles su incompetencia. Pero si, al contrario, se trata de una de esas cuestiones que competen, por definición, al juicio común, una semejante abdicación es contraria a toda razón y, por consecuencia, al deber. Ahora bien, para saber si puede ser permitido a un tribunal condenar a un acusado sin haber oído su defensa, no se necesita un esclarecimiento intelectual especial. Es un problema de moral práctica para el que todo hombre de buen sentido es competente y del que nadie debe desinteresarse. Por lo tanto, si en estos últimos tiempos un cierto número de artistas, pero sobre todo hombres de ciencia, han creído deber negar su asentimiento a un juicio cuya legalidad les parecía sospechosa, no es que, en su calidad de químicos o de filólogos, de filósofos o de historiadores, ellos se atribuyen no se que privilegios especiales y como un derecho eminente de control sobre la cosa juzgada. Es mas bien que, siendo hombres, consideran ejercer todo su derecho de hombres y comprometerse en presencia de ellos con un asunto que compete solo a la razón. Es verdad que ellos se han mostrado más celosos de este derecho que el resto de la sociedad; pero es simplemente que, como consecuencia de sus hábitos profesionales, esta inclinación es más espontanea en ellos. Acostumbrados por la práctica del método científico a formarse un juicio sólo cuando se sienten completamente esclarecidos, es natural que cedan menos fácilmente a los arrebatos de la multitud y al prestigio de autoridad.

III
No solamente el individualismo no es la anarquía, sino que es en lo sucesivo el único sistema de creencias que puede asegurar la unidad moral del país.
En la actualidad, se escucha decir a menudo que solo una religión puede producir esta armonía. Esta proposición, que modernos profetas creen deber desarrollar con tono místico, es en el fondo un simple truísmo sobre el que todo el mundo puede estar de acuerdo. Porque se sabe que una religión no implica necesariamente símbolos y ritos propiamente dichos, templos y sacerdotes; todo este aparato exterior no es más que la parte superficial. La religión no es, esencialmente, otra cosa que un conjunto de ideas y prácticas colectivas dotadas de una particular autoridad. Desde el momento en que un fin es perseguido por todo el pueblo adquiere, como consecuencia de esta adhesión unánime, una suerte de supremacía moral que lo pone muy por encima de los fines privados y lo dota así de un carácter religioso. Por otro lado, es evidente que una sociedad no puede ser coherente si no existen entre sus miembros cierta comunidad espiritual y moral. Pero cuando simplemente se ha recordado una vez más esta evidencia sociológica, no se ha avanzado demasiado; porque si es verdad que una religión es, en un sentido, indispensable, no es menos cierto que las religiones se transforman, que la de ayer no sabrá ser la de mañana. Lo importante sería entonces que sepamos cuál debe ser la religión de hoy.
Ahora bien, todo concurre precisamente a hacer creer que la única posible es esta religión de la humanidad de la que la moral individualista es la expresión racional. ¿A qué, en efecto, podrá de aquí en adelante aferrarse la sensibilidad colectiva? A medida que las sociedades devienen más voluminosas y se esparcen en más vastos territorios, las tradiciones y las prácticas, para poder adecuarse a la diversidad de las situaciones y a la movilidad de las circunstancias, están obligadas a mantenerse en un estado de plasticidad e inconsistencia que no ofrece ya la suficiente resistencia a las variaciones individuales. Éstas, estando menos contenidas, se producen más libremente y se multiplican: es decir que cada uno sigue su propio sentido. Al mismo tiempo, por consecuencia de una división del trabajo más desarrollada, cada espíritu se encuentra enderezado hacia un punto diferente del horizonte, refleja un aspecto diferente del mundo y, por consiguiente, el contenido de las conciencias difiere de un sujeto a otro. Nos encaminamos de este modo, poco a poco, hacia un estado -que está ahora casi al alcance de la mano- en el que los miembros de un mismo grupo social no tendrán en común entre ellos más que su calidad de hombres, es decir, los atributos constitutivos de la persona humana en general. Esta idea de la persona humana, matizada de manera diferente según la diversidad de temperamentos nacionales, es la única que se mantiene, inmutable e impersonal, por encima de la marea cambiante de las opiniones particulares; y los sentimientos que ella despierta son los únicos que se encuentran en casi todos los corazones. La comunión de los espíritus no puede asentarse sobre la base de ritos y de prejuicios definidos, puesto que ritos y prejuicios son transformados por el curso de las cosas; por consiguiente, no queda nada más que los hombres puedan amar y honrar en común, salvo el hombre mismo. He aquí cómo el hombre ha devenido un dios para el hombre y por qué no puede ya, sin mentirse a sí mismo, fabricarse otros dioses. Y como cada uno de nosotros encarna algo de la humanidad, cada conciencia individual tiene algo divino en ella, y se encuentra así marcada por una peculiaridad que la vuelve sagrada e inviolable para los demás. Todo el individualismo está allí; y es esto lo que hace necesaria a la doctrina. Porque, para detener el desarrollo, sería necesario impedir a los hombres diferenciarse más y más los unos de los otros, nivelar sus personalidades, restablecer el viejo conformismo de otros tiempos, contener, por consiguiente, la tendencia de las sociedades a volverse cada día más extensas y centralizadas, y poner un obstáculo a los progresos incesantes de la división del trabajo; ahora bien, una empresa de este tipo, deseable o no, sobrepasa infinitamente las fuerzas humanas.
¿Qué se nos propone, por lo demás, en lugar de este despreciado individualismo? Se ensalzan los méritos de la moral cristiana y se nos invita discretamente a adherir a ella. ¿Pero se ignora que la originalidad del cristianismo ha consistido justamente en un destacable desarrollo del espíritu individualista? Mientras que la religión de la ciudad estaba enteramente hecha de prácticas materiales en las que el espíritu estaba ausente, el cristianismo ha hecho ver en la fe interior, en la convicción personal del individuo, la condición esencial de la piedad. Ha sido el primero en enseñar que el valor moral de los actos debe ser medido según la intención, cosa íntima por excelencia, que se sustrae por naturaleza a todos los juicios exteriores y que sólo el agente puede apreciar con competencia. El centro mismo de la vida moral ha sido de este modo transportado desde fuera hacia dentro del individuo, erigido en juez soberano de su propia conducta, sin tener que rendir cuentas más que a sí mismo y a su dios. Finalmente, consumando la separación definitiva de lo espiritual y de lo corporal, abandonando el mundo a la diputa entre los hombres, Cristo lo ha librado al mismo tiempo a la ciencia y al libre examen: así se explican los rápidos progresos que hizo el espíritu científico desde el momento en que se constituyeron las sociedades cristianas. Que no se venga pues a denunciar al individualismo como un enemigo que hay que combatir a cualquier precio!
No se lo combate más que para retornar a él, puesto que es imposible escaparse de él. No se le opone otra cosa que él mismo; toda la cuestión consiste en saber cuál es la justa medida y si hay alguna ventaja en disfrazarlo bajo otros símbolos.
Ahora bien, si es tan peligroso lo que se dice, no se ve como podría devenir inofensivo o beneficioso por el solo hecho de disimular su verdadera naturaleza con la ayuda de metáforas. Y por otro lado, si este individualismo restringido que es el cristianismo ha sido necesario hace dieciocho siglos, hay grandes posibilidades de que un individualismo más desarrollado sea indispensable hoy; porque las cosas han cambiado desde entonces. Es pues un singular error presentar a la moral individualista como el antagonista de la moral cristiana; por el contrario, deriva de ella. Aferrándonos a la primera no renegamos de nuestro pasado; no hacemos más que continuarlo.
Estamos ahora en mejores condiciones de comprender por qué razón ciertos espíritus creen deber oponer resistencia obstinada a todo lo que les parece amenazar la creencia individualista. Si toda empresa dirigida contra los derechos de un individuo los inquieta, no es solamente por simpatía por la víctima; no es tampoco por temor de tener que sufrir ellos mismos injusticias parecidas. Lo que sucede es que semejantes atentados no pueden permanecer impunes sin comprometer la existencia nacional. En efecto, es imposible que se produzcan libremente sin enervar los sentimientos que ellos violan; y como estos sentimientos son los únicos que nos son comunes, no pueden debilitarse sin que la cohesión de la sociedad se estremezca. Una religión que tolera los sacrilegios abdica todo imperio sobre las conciencias. La religión del individuo no puede entonces dejarse abofetear sin resistencia, so pena de arruinar su prestigio; y como es el único lazo que nos ata los unos a los otros, una tal debilidad no puede existir sin un principio de disolución social. De este modo el individualista, que defiende los derechos del hombre, defiende al mismo tiempo los intereses vitales de la sociedad; porque impide que se empobrezca criminalmente esta última reserva de ideas y sentimientos colectivos que son el alma misma de la nación.
Brinda a su patria el mismo servicio que el viejo romano rendía antaño a su ciudad cuando defendía los ritos tradicionales contra los aprendices temerarios. Y si hay un país en el que el individualismo sea verdaderamente nacional, es el nuestro; porque no hay ninguno que tenga su suerte tan solidarizada con la suerte de estas ideas. Somos nosotros los que le hemos dado la fórmula más reciente y es de nosotros que los demás pueblos la han recibido; y es por esto que nos hemos apasionado hasta el presente para ser sus representantes más autorizados. No podemos pues renegar de ellos ahora, sin renegar de nosotros mismos, sin disminuirnos a los ojos del mundo, sin cometer un verdadero suicidio moral. Se ha preguntado no hace mucho si no convendría tal vez consentir un eclipse pasajero de estos principios, a fin de no entorpecer el funcionamiento de una administración pública, que todo el mundo por lo demás reconoce es indispensable para la seguridad del Estado. No sabemos si la antinomia se plantea realmente bajo esta forma aguda; pero, en todo caso, si verdaderamente es necesaria una opción entre estos dos males, sería elegir la peor el sacrificar de este modo lo que ha sido hasta el día de hoy nuestra razón de ser histórica. Un órgano de la vida pública, por más importante que sea, no es más que un instrumento, un medio orientado a un fin. ¿De qué sirve conservar con tanto esmero el medio, si uno se desprende del fin? Y que triste cálculo el renunciar, para vivir, a todo lo que da valor y dignidad a la vida,
Et propter vitam vivendi perdere causas! 3

IV
En verdad, tememos que haya habido alguna ligereza en el modo en que se planteó esta campaña. Un similitud verbal ha podido hacer creer que el individualismo derivaba necesariamente de sentimientos individuales, por lo tanto egoístas. En realidad, la religión del individuo es una institución social, como todas las religiones conocidas. Es la sociedad la que nos asigna este ideal, como el único fin común que puede actualmente reunir a las voluntades. Retirarla, no teniendo otra cosa para poner en su lugar, es pues precipitarnos en esta anarquía moral que se quiere precisamente combatir.
Hace falta para ello no obstante que consideremos como perfecta y definitiva la fórmula que el siglo XVIII le ha dado al individualismo y que hayamos cometido el error de conservarla casi sin cambios. Suficiente hace un siglo, tiene ahora necesidad de ser alargada y completada. La fórmula decimonónica no presenta al individualismo mas que en su faz más negativa. Nuestros padres se habían asignado exclusivamente la tarea de liberar al individuo de las trabas políticas que entorpecían su desarrollo. La libertad de pensar, la libertad de escribir, la libertad de votar fueron entonces puestas por ellos en el rango de los bienes prioritarios que era necesario conquistar, y esta emancipación era ciertamente la condición necesaria de todos los progresos ulteriores. Solo que, arrebatados por el ardor de la lucha y volcados por entero al fin que perseguían, terminaron por no ver más y por erigir en una suerte de fin último este término próximo de sus esfuerzos. Ahora bien, la libertad política es un medio, no un fin; no tiene valor más que por la manera en que es puesta en uso; si no sirve para algo que la sobrepase, no sólo es inútil; deviene peligrosa. Arma de combate, si los que la tienen no la saben emplear en luchas fecundas, no tardan en volverse contra ellos mismos.
Y es justamente por esta razón que ha caído últimamente en un cierto descrédito. Los hombres de mi generación recuerdan cuál fue nuestro entusiasmo cuando, hace una veintena de años, vimos caer por fin las últimas barreras que contenían nuestras impaciencias. Pero ay! el desencanto llegó rápido; porque pronto sería necesario reconocer que no sabíamos que hacer con la libertad tan laboriosamente conquistada. Aquellos a quienes se la debíamos no se servirían de ella más que para desgarrarse unos a otros. Y ya desde ese momento se sentía elevarse sobre el país este viento de tristeza y desaliento, que se tornó más fuerte día a día y que debía terminar por abatir a los ánimos menos resistentes.
De este modo, no podemos conformarnos con este ideal negativo. Es necesario ir más allá de los resultados conseguidos, mas no sea para conservarlos. Si no aprendemos de una vez por todas a poner en obra los medios de acción que tenemos entre las manos, es inevitable que se deprecien. Usemos entonces nuestras libertades para averiguar lo que hay que hacer y para hacerlo, para aceitar el funcionamiento de la máquina social, tan ruda aun con los individuos, para poner a su servicio todos los medios posibles para el desarrollo de sus facultades sin obstáculos, para trabajar finalmente en la realización del famoso precepto: A cada uno según sus obras! Reconozcamos asimismo que, de una manera general, la libertad es un instrumento delicado cuyo manejo deben aprender y ejercitar nuestros niños; toda la educación moral debería estar orientada en esta dirección. Vemos que nuestra actividad no corre riesgos de que le falten objetos. Solo que, si es cierto que nos hará falta de aquí en adelante proponernos nuevos fines más allá de los que hoy nos conciernen, sería insensato renunciar a los segundos para perseguir mejor los primeros: porque los progresos necesarios no son posibles más que gracias a los progresos ya realizados. Se trata de completar, de extender, de organizar el individualismo, no de restringirlo y combatirlo. Se trata de utilizar la reflexión, no de imponerle silencio. Solo ella puede ayudarnos a salir de las dificultades presentes; no vemos aquello que pueda reemplazarla. No es meditando la Política tomada de las santas escrituras que encontraremos los medios de organizar la vida económica y de introducir más justicia en las relaciones contractuales!
En estas condiciones, ¿no aparece completamente delineado cuál es el deber? Todos aquellos que creen en la utilidad, o incluso simplemente en la necesidad de las transformaciones morales consumadas desde hace un siglo, tienen el mismo interés: deben olvidar las divergencias que los separan y mancomunar sus esfuerzos para mantener las posiciones adquiridas. Una vez atravesada la crisis, habrá ciertamente lugar para recordar las enseñanzas de la experiencia, a fin de no recaer en esta inacción esterilizante que nos trae actualmente tanto pesar; pero eso es trabajo para mañana. Para hoy, la tarea urgente y que debe realizarse antes que todas las otras, es la de salvar nuestro patrimonio moral; una vez que esté sano y salvo, veremos cómo hacerlo prosperar. Que el peligro común nos sirva al menos para sacudir nuestro entorpecimiento y hacernos retomar el gusto por la acción! Y ya, en efecto, vemos por el país iniciativas que se despiertan, buenas voluntades que se buscan. Ojalá aparezca alguno que las agrupe y las lleve al combate y tal vez la victoria no se haga esperar. Porque lo que debe tranquilizarnos en cierta medida, es que nuestros adversarios no son fuertes más que por nuestra propia debilidad. Ellos no tienen ni la fe profunda ni el ardor generoso que arrastran irresistiblemente los pueblos tanto en las grandes reacciones como en las grandes revoluciones. No ciertamente mientras pensemos en contestar su franqueza! ¿Pero cómo no sentir todo lo que su convicción tiene de improvisado? No son ni apóstoles que dejan desbordar sus cóleras o su entusiasmo, ni hombres de ciencia que nos aportan el producto de sus investigaciones y sus reflexiones; son hombres de letras que han sido seducidos por un tema interesante. Parece pues imposible que estos juegos de aficionados consigan retener por mucho tiempo a las masas, si es que nosotros sabemos actuar. Pero qué humillación si, no teniendo la mejor parte, la razón debiera terminar por tener la peor, mas no fuera por un tiempo!

Émile Durkheim, La sciencie sociale et l´action, Presses Universitaires de France, Paris, 1970. *Traducción: Federico Lorenc Valcarce - Buenos Aires, 1998

De la migración a la plebe urbana

Etnicidad y Mestizaje 2003-2

Franco, Carlos (1991) "Imágenes de la Sociedad Peruana: la otra modernidad" Texto Exploraciones en 'otra modernidad': de la migración a la plebe urbana (pag. 79 - 109)
CEPEP, Lima


El proceso de modernización iniciado en los 50 acabó y ha sido un fracaso, pero no se ha renunciado a la modernidad.

Dos proyectos de modernidad se proponen: uno “democrático, liberal y privatista” y el otro “democrático, nacional y popular”, distintos por su orientación económica y política, su concepción del Estado y la democracia, de lo nacional y de la relación del Perú con el poder internacional, además los promotores de dichos proyectos. Pero para Franco ambos se encuentran en los orígenes sociales, ambos son parte de la población incluida en el proceso de modernización, no son de la gran población excluida.

El autor se propone explorar en los procesos, grupos y tendencias sociales abiertas en la sociedad peruana a lo largo de las últimas décadas en lo que puede enmarcarse la posibilidad de “otra modernidad”.

Una reflexión asaltada por la dudas

El autor parte de la hipótesis de la migración como el acto o proceso fundador de la “otra modernidad” en el Perú. E inicia la reflexión con ciertas reservas:

- ¿qué es lo moderno?
- ¿por qué fundarla en el pasado?
- ¿qué es la plebe urbana, como sujeto moderno?

El autor usa diversas nociones al hablar de migración: la migración como acto, el hecho mismo; como proceso, sus condiciones de inicio y fin; como experiencia, las de sus protagonistas. Y se centra en esta última: ¿cuál es el significado profundo de la experiencia de “migrar”? Plantea inicialmente que la migración supone una ruptura en la historia, entre una tradicional y otra ¿moderna?.

La migración como fundamento histórico de la “otra modernidad”

Características de la migración:

1. Migrantes provienen de comunidades campesinas y familias de siervos, peones y yanaconas de las haciendas situadas en las provincias más pobres.
2. No se concentra sólo en Lima, va a capitales costeñas y serranas, y a ceja de selva.
3. Desplazamiento del campo a la ciudad.

La migración se define como la ruptura histórica más importante de la sociedad peruana del presente siglo y que no sólo escinde nuestra visión del siglo entre las épocas de la sociedad rural y la urbana sino que abre las más decisivas tendencias y direcciones de la evolución del país. Dicha escisión supone la ruptura de las orientaciones valorativas, los patrones conductuales, los modos de la conciencia y la práctica social.

La ruptura de la sociedad rural y la migración puede explicarse por un lado por el atractivo de Lima, pero por otro, revela los mecanismos de expulsión de la sociedad rural. Una tercera explicación combina la atracción con la repulsión. Pero las 3 descartan el aspecto subjetivo de la migración: el procesar y configurar la decisión migratoria.

La decisión de migrar y la liberación de la subjetividad

Es necesario indagar el significado humano de la experiencia de abandono, partida, descubrimiento; optar entre la seguridad y el riesgo; preferir el pasado, presente o futuro; lo conocido y lo desconocido; el hábito y el cambio; la continuidad y el progreso. En algún momento dramático sentimental y racional se optó por migrar.

Decidieron por confiar en sí mismos, por el riesgo, el futuro, lo desconocido, el cambio, el progreso. Se auto definieron así como modernos, en hombres libres.

El cambio de la noción del espacio

Hasta los 50 la noción espacial era de enraizamiento al territorio, de inmovilismo, del suelo natal, y la migración contribuyó al cambio. Así el territorio podía subjetiva y realmente conocerse, y movilizarse era dominarlo, apropiarse subjetivamente del Perú, modificando la noción de espacio en los migrantes.

El cambio de la noción de tiempo

El desplazamiento también configuró la progresiva disolución de la concepción estacional y cíclica del tiempo, hubo un reordenamiento del mismo, se resignificó el pasado y el presente en función del futuro. El tiempo deja de ser ajeno para convertirse en un instrumento para sus fines. La concepción pasadista se convirtió en prospectiva, el pasado cedió al futuro definiendo el presente.

El cambio de las orientaciones psicológico – conductuales

El cambio de espacio y tiempo tuvo consecuencias en el mundo de los valores, actitudes y motivaciones, en los estilos cognitivos y operaciones intelectuales y en la orientación de sus estrategias conductuales.

El descubrimiento de un estilo cultural “cholo” organizado en torno a orientaciones prácticas, instrumentales, presentistas; al culto al trabajo duro y esforzado, al ahorro, a la planificación del futuro, al uso eficiente de recursos, oportunidades y relaciones, al cálculo instrumental de la reciprocidad, al familismo productivo, etc.

La configuración del sentido de la migración por sus consecuencias

Es reconocido que 4 son los cambios más importantes vividos en el Perú: la urbanización, la economía informal, la cultura chola y la organización popular, y ellos no son explicables sin la migración.

De la migración a la plebe urbana: entre nuevas dudas e intuiciones

La migración produjo o contribuyó a producir un sujeto moderno, pero cómo se definió? La cultura chola y la organización popular crea un poblador urbano, informal, emergente, organizador, ciudadano. Los cambios crean formas por las que los migrantes se transformaban a sí mismos y se adaptaban innovativamente a la modernización; es por intermedio de esa modernización que se producen los cambios.

Los nuevos roles que autodefinieron su relación con la ciudad, la economía, la cultura, las instituciones y el Estado, no escindían su personalidad sino que la expresaban de un modo múltiple.

Las ciudades se transfiguraron o se crearon; autoconstruyeron más viviendas que el Estado y el sector privado; crearon miles de empresas informales que se autempleaban, autoexplotaban, pero que no rompían la vida civilizada del país; sus organizaciones imprimieron la dinámica central de la vida nacional; la autoconversión de indios a cholos modificó la relación indio criollo y compiten con la cultura de las clases altas y medias.

La estrategia cultural

Características:

1. Organización de una red de recibimiento y apoyo.
2. Articulación con ciudades de llegada y lugares de partida.
3. La relación productiva en una unidad económica familiar.
4. Una particular modalidad de “moral protestante”
5. Meta mínima de reproducción tanto familiar como productiva.
6. Combinación cambiante y heterodoxa de intereses familias y colectivos, privados y asociativos.
7. Estilo político pragmático, adaptativo, contestatario.

Institucionalidad plebeya e institucionalidad modernizadora

Desde los 50 se avanzó desde una exclusión y marginalidad hasta las fronteras de la inclusión y la integración, pero la relación con la institucionalidad es ambigua: es adaptativa y cuestionadora, funcional y contestataria. Ejemplos de ello son la economía informal, los pueblos jóvenes, la organización vecinal, la cultura chola, la chicha y la cumbia andina.

En cada esfera institucional se creó un paradigma distinto pero coexistente con los paradigmas de la modernización como para autopresentarse. Para Franco los migrantes no invadieron sino que al no poder internarse, la ensancharon y desarrollaron sus márgenes, y también en la economía.

Ello fue posible por el crecimiento entre los 50 y 75, las empresas informales se eslabonaron con las empresas modernas, en sus límites; las organizaciones lograron extender, por presión, los servicios públicos. Pero tenía dos límites: la concentración del poder político y económico, y la explosión demográfica. Los límites fueron infranqueables y la crisis hizo que las estrategias sean de sobre vivencia.

Estilos políticos y culturales

Durante los 50 – 70 las relaciones políticas y culturales se caracterizaron por un presión social y una relación clientelística. La presión se hacía al Estado por servicios o el reconocimiento legal; en cambio la relación clientelística fue estable, aun en diferentes gobiernos, que expresa un pragmatismo cultural y de carácter calculador de su estrategia socio – cultural. Los mismos patrones de relación se repetían con las empresas.

La nueva cultura (o la subalterna como la llaman algunos) no era una simple variante de la moderna. Se autoconstituía en una memoria cultural andina, distinta a la moderna, y en una relación de asimilación, conflicto y recreación de los valores de al cultura dominante. Se constituía en una “cultura conflictiva”.

El registro de una ausencia: el discurso propio

Entre los productos culturales de la plebe urbana no hay presencia de organizaciones políticas propias: no se autorepresentó sino que fue representada. Ello porque no ha organizado un discurso global de sí misma, por ello no devino en sujeto político.

Dicha ausencia se explica por los diferentes compromisos populistas que asumieron, pero el no hipotecarse a algún proyecto político en especial, el autor ve la misma orientación pragmática y utilitaria expresada en otros campos de actuación y relación. En el plano político ellos reprodujeron esa suerte de cálculo costo – beneficio de su estrategia cultural.

Esta adhesión al populismo pudo hacer que la plebe urbana se convierta en sujeto citadino: el populismo fue la forma política de “su progreso” o de la idea de éste.

Franco discute la falta del discurso político de la plebe urbana por la ausencia de medios o instrumentos conceptuales idóneos, como lo plantea Quijano. El autor plantea que sí ha habido una apropiación de la lengua, de una educación universitaria, y de la presencia de dirigentes, pero coincidiendo con Quijano, no se produjo una “clase intelectual”.

Aventurando una explicación

Para Franco si no se elaboró un discurso es porque no era necesario.

Quijano plantea que un discurso no sólo depende de los instrumentos conceptuales sino de un bloqueo que tal vez lo estimule (?), pero para Franco ello sólo produce anomia, apatía. Y ella es producida a su vez por la falta de una historia, de una conciencia de memoria de ello, y de una institucionalidad que encarne los logros. Para Franco esto último sucedió con los indios pero no con la plebe urbana.
Un conjunto ambiguo de comportamientos expresan la experiencia colectiva de la plebe urbana de un límite final para su progreso: transformación de cultura subalterna a una conflictiva; el retorno o la violencia; relegamiento valorativo de los clubes provinciales a favor de organizaciones populares y comerciales; interés en los municipios distritales; crítica de sus dirigentes a los partidos; manejo particular de sus propios asuntos; relanzamiento de movilizaciones masivas y violentas. Todo ello llevaría a una suerte de situación límite que permitiría la creación de un discurso.

El APRA y la izquierda (y que se extiende a toda la clase política) entran en crisis no por falta de “modernidad” sino porque no pueden representar a la plebe urbana. Pareciera entonces para Franco que se estaría gestando un proyecto de autorepresentación política, la asociación popular – democrática.

Explorando en los contenidos del discurso posible

1. La estrategia cultural de la plebe urbana es una mezcla de intereses familiares y privados con los asociativos y colectivos: vincular ambos intereses con los planos de la propiedad, el Estado con los particulares, etc. Ese discurso no es ideológico sino pragmático, no desciende del mundo de las ideas sino asciende del mundo de la experiencia; no es por tanto ni capitalista ni liberal, ni socialista ni estatista.
2. La presión y la transacción basado en el cálculo de beneficios se debe a una orientación negociadora pero que no es revolucionaria sino reformista. Esta asociada al reconocimiento del progreso como una larga marcha en que los logros se obtienen sucesiva y no súbitamente. Accede a la democracia por medio del pragmatismo y no de la ideología.
3. La práctica socio – política se ha direccionado por una voluntad de integración social, la búsqueda de reconocimiento por el Estado y la sociedad. Es una modalidad participativa de integración. Les conviene participar del Estado porque de otro modo no podrían obtener los mismos beneficios, que deviene de un conocimiento de sus propios intereses.
4. Orientación distribucionista que viene de su presión al Estado, basada en sus precarias condiciones y en una necesidad de desconcentrar el poder y la riqueza. Para muchos analistas de distintas tendencias políticas, ello se percibe como una amenaza de presión incontrolable. Para Franco ello puede ser cierto si se mantiene una perversa dialéctica entre “lo ajeno” y “lo propio”. La orientación negociadora de la plebe se articulará mejor con la orientación al ahorro y al uso escrupuloso de factores, cuando cambie la relación entre la plebe y el Estado, titular de los recursos “ajenos”.
5. El desarrollo económico que comparten los pobres debe incluir su experiencia productiva, puesto que la norma que la orienta puede transformarse por su acceso al capital, la tecnología y el Estado. Y aunque el familismo productivo tiene sus límites, la combinación de este con la tecnología puede revolucionar el papel de la pequeña empresa. Se debe considerar también aquella particular forma de “moral protestante”: la confianza a la propia capacidad, la opción por el riesgo calculado, la organización de recursos según metas definidas, la apertura a oportunidades y su aprovechamiento eficiente.
6. Es preciso plantear que la plebe forja su cultura en el campo problemático de la relación entre las culturas india, criolla y”occidental”, y por ello es la primera síntesis y reelaboración colectiva de las vertientes de las tradiciones o corrientes culturales del Perú del siglo. Es hija de la migración, con orígenes andinos, pero también es hija de la modernidad. También tiene su origen en la cultura costeña. Por ello para Franco, es en la plebe urbana que se gesta un proyecto ancho e integrado de la idea de nación.

El 'otro' de la modernidad los pastores de puna

Etnicidad y mestizaje 2003-2
Manrique, Nelson (1993) "El 'otro' de la modernidad los pastores de puna",
en Pretextos No. 3-4. DESCO, Lima.

Claudia C.

En la discusión sobre modernidad en el Perú tiene un lugar importante la relación Campo—Ciudad, sobretodo al hablar de urbanización. Esta discusión sin embargo esta cargada de prejuicios y estereotipos, que ven lo rural como tradicional y lo urbano como moderno. Así, los campesinos estarían marcados por un estilo de vida sedentario, conservador, y consecuentemente lo urbano representaría la superación de esos límites. En este marco, la migración sería el umbral histórico que abriría el inmenso campo de la libertad.

Manrique confronta las hipótesis de Franco sobre la otra modernidad y las características de transformación que libera la subjetividad del campesino migrante, con un hecho empírico. Para intelectuales como Franco, desde una suerte de reacción antihistórica, de olvido compartido, se propone construir una sociedad moderna, desde una identidad ciudadana común. Manrique va a discutir ello pues para una verdadera ciudadanía se debe partir del respeto a la diferencia.

Propone como ejemplo la estrategia de vida de los productores indígenas de la fibra de alpaca, a través de la formación del circuito de lanas. En 1835 el Perú ingresa al circuito comercial internacional, ya que la revolución industrial inglesa requería de insumos, las lanas, que fueron el principal sector productivo de la economía del sur andino hasta 1960.

Los pastores de puna o alpaqueros son considerados uno de los sectores más tradicionales, debido a su escasa vinculación con el mundo “moderno”, “occidental”. Pero en lo que sigue, Manrique esbozará la relatividad de ello.

Los alpaqueros realizaban largas migraciones para realizar intercambios tradicionales, que se caracterizaban por la magnitud de esas movilizaciones: su larga duración y la amplitud del ámbito territorial. Los alpaqueros intercambiaban no sólo lana, sino también carne; adquirían otros productos, que luego intercambiaban nuevamente, usando el trueque y la medida de la moneda.

Se demuestra que en los alapaqueros el manejo simultáneo de diversas racionalidades económicas: la mercantil y la tradicional, y en donde el dinero tiene apenas una participación formal. Actúa como medida de valor, pero no de medio de cambio, ni de pago. En tanto medida de valor, la función del dinero es establecer las proporciones relativas entre las diversas mercancías.

Para Manrique, la naturaleza de los intercambios tradicionales corresponde a las formas iniciales de mercantilización de la economía. La diferencia entre una forma de intercambio tradicional y la mercantil radica en las relaciones que establecen los productores con sus condiciones materiales de producción: en las relaciones sociales de producción y no en las de intercambio.

Las relaciones tradicionales de intercambio funcionan con un significativo componente extraeconómico, en ellas son fundamentales las relaciones interpersonales: mejor carne para los amigos aunque sea a menos precio. Estos intercambios suelen ser ventajosos en el largo plazo, pues ponen a los participantes al abrigo de las contingencias del mercado.

Las prolongadas migraciones de intercambios suponen una rigurosa coordinación entre el calendario de las actividades pecuarias (de ganado) y los períodos de ausencia del jefe de familia: durante la época de lluvia se realiza la parición y en los meses de seca migran, mientras la mujer y los hijos trabajan en el campo.

Las distancias abarcaban las provincias altas de Cusco y Apurímac hasta los valles del litoral de Arequipa. En estos últimos, los pastores se proveían de aguardiente (que les servía de mercancía) y de higos secos (como parte de su suplemento de azúcar). Pero estos desplazamientos se cancelan debido a dos razones: la mercantilización de la economía regional (el aguardiente arequipeño es reemplazado por uno más barato y el azúcar a los higos); y por la modificación de los cultivos de los valles del litoral. (La demanda por arroz de una creciente población arequipeña, que hace se tecnifique el agro con maquinaria y fertilizantes)

Así, la sustitución del aguardiente y los higos secos por productos extrarregionales, debido a la constitución de un mercado interno de carácter efectivamente nacional, se ha encadenado con el desplazamiento de los cultivos tradicionales del litoral del sur peruano, que anteriormente circulaban en todo el ámbito cubierto por los alpaqueros de las provincias altas de Arequipa.

Tras todo ello se transforma la dieta alimenticia campesina que viene minando los intercambios tradicionales: ahora los niños comen pan. Los mayores lo condenan, pero los jóvenes discuten las ventajes de los intercambios tradicionales.

Epílogo

Los pastores de la puna conocen extensos territorios; planifican sus actividades anuales eficientemente; se manejan racionalmente, seleccionando alternativas, combinando pragmáticamente diversas racionalidades, evaluando factores; y dispuestos a modificar los planes según las circunstancias. Además viven en un medio cambiante, diferente al agro bucólico imaginado por el romanticismo indigenista.

Aunque no todos los campesinos del Perú se han movilizado o se movilizan tanto como los alpaqueros, pero la realidad es más compleja , y reducir la imagen subjetiva de la experiencia de migrar como un fenómeno ajeno a ellos no es correcto. Ni todo lo urbano es de por sí moderno, ni todo lo rural implica tradicionalidad, en tanto resistencia al cambio.

La perspectiva del ensayo de Franco propone una imagen de “otro” simétrico al tipo idealizado del “otro moderno”, pero que es complemento negativo. Pero este retrato no parece ser intencional y más bien se remonta a la conquista.

El colonizado, en su identidad esencial, es el complemento negativo del colonizador. La distancia que media entre uno y otro equivale a lo que a aquel le falta para ser como este último. Ello basado en concepciones teológicas: las ideologías de los conquistados eran la expresión del Maligno.

Para Todorov, el problema central provocado por el descubrimiento de América ha sido la dificultad de relacionarse con – e incluso pensar – en el otro. La posibilidad del reconocimiento del otro reposa, en última instancia, en la capacidad de concebirlo como igual pero diferente.

La subsistencia de las estructuras coloniales es un elemento crucial que ha permitido la persistencia de poder plantearse el problema de la alteridad. Afectan a todos quienes comparten el horizonte mental que ellas trazan.

Pero no se trata de ponerse por encima de ellos, sino de develar y reconocer críticamente las estructuras sociales, políticas y mentales en las que estamos inmersos, como la premisa principal sobre la cual puede empezar a pensarse en un proyecto capaz de superarlas.

Para Manrique el debate de la modernidad no surge orgánicamente del conocimiento del país, viene impuesto desde fuera, como un arquetipo sobre el cual construir nuestra identidad a partir de nuestras carencias: lo que nos falta para “ser modernos”. El autor no rechaza el concepto pero prefiere avanzar en el conocimiento del país. Se trata de reivindicar el derecho a la diferencia, el reconocer la legitimidad de aquellas otras racionalidades diferentes de la nuestra. Reconocer la diferencia en condiciones de igualdad.

El proceso historico peruano

autor: Basadre y Macera



La nación peruana.
JB. Al ser interpelado por la nación peruana, Basadre habla de la existencia del Estado como una fuerza centralizadora que abarca un largo periodo (desde antes de los Incas) y que en ese sentido es un fenómeno más antiguo que el de otros países del mundo. Reconoce además, un fenómeno de “ausencia de integración”, capas distintas desde un punto de vista geográfico, social, cultural, económico; y un dualismo creado en la conquista continua irresuelto.

PM. Hay una nación peruana? Es un abuso del lenguaje?
Hay un proceso de integración en marcha desde hace muchos siglos. Factor principal de esta integración: organizaciones estatales huaris, incas, españoles, criollos republicanos. Hay algunos factores comunes, algunos constantes en todos los diversos grupos étnicos peruanos en sus distintas épocas.

JB. Independientemente de nuestro rol o ubicación geográfica todos reciben el impacto que viene del Estado. El Estado es un fenómeno producido por la historia.

PM. Acción administrativa de Estado también se produce cuando existen varias naciones.

JB. Comunistas ortodoxos pensaban que nacionalidades quechuas y aymaras tenían derecho a decidir sobre su propio destino. A pesar de todo, no hay homogeneidad suficiente entre los grupos étnicos dispares. Así que no hay una conciencia histórica indígena.

PM. Autoidentificación producida en el Perú por oposición a partir de la invasión chilena. El indígena deja de “ser” de Conchucos o de Ayacucho para ser indio del Perú. Esta autodesignación es el resultado de (1) la conciencia adquirida de que a pesar de las diferencias, estas eran menores de las que los separaban del grupo conquistador y (2) los españoles eran incapaces de distinguir los diferentes grupos étnicos considerando que todos formaban una sola colectividad. Paradójicamente, la conquista y la colonización fueron factores de integración de las diversas etnias andinas. La nación india (como la criolla) fue un subproducto del coloniaje. ¿Qué otras experiencias comunes tuvieron criollos, indios, y mestizos que les permitiera reconocerse como colectividad?

JB. La conquista y luego el mestizaje. Luego la sociedad colonial, en la que la Audiencia de Lima estaba dominada por los criollos y no por los españoles peninsulares. La aristocracia criolla (limeña) es desplazada de los puestos claves y adopta una actitud divisionista frente a los españoles peninsulares. Mientras que en lugares como Huánuco, Tacna y Cusco hay tendencias separatistas, grupos conscientes que buscan un cambio en el sistema imperante, que para la aristocracia limeña se reducía a un Reformismo, a cierta autonomía en sus beneficios.

La Revolución de la Independencia. Circunstancias en el Imperio español, imposibilitan una posición conciliadora dentro del espíritu reformista y conducen a la insurrección. Pero, la revolución de la independencia a pesar de que no es del pueblo peruano sino traída por el Ejército que comandó San Martín, a pesar de eso, éste pretende aplicar en el Perú, la formula monárquica de acuerdo con la nobleza limeña. Y surgen rechazos que termina en la abolición de los títulos de nobleza y la adopción de una forma de Gobierno Republicano. Esto sin tomar en cuenta las condiciones sociales y económicas del país, y se habla de que todos los peruanos son iguales ante la ley, creándose así la promesa de la vida peruana. Esta promesa no se cumple.

PM. Entonces tanto el movimiento indígena como el criollo, dos movimientos de liberación nacional coinciden en la previa expulsión de los españoles o sea la ruptura de la dependencia colonial. En la alianza entre criollos reformistas y masa campesina, llegó un momento en el que triunfó la posición reformista, de modo que triunfan los criollos porque son ellos que consiguen romper la dependencia con respecto a España, pero no les interesa destruir las diferencias internas.

JB. Es cierto, la revolución de Pumacahua era hacia Lima y no contra Lima, hay una necesidad de conectarse con los grupos mas avanzados entre los criollos. La revolución terminó siendo una revolución no cumplida.

PM. La revolución terminó siendo una revolución secuestrada. En gran parte algunos de los enemigos de la revolución terminaron en los escalones decisivos del poder, de orden administrativo. La vieja estructura social interna permaneció intacta.

La Colonia y la República. JB. Eso es cierto, la República no mira los problemas sociales, económicos y humanos que existen en el territorio del Perú. Las condiciones de las masas rurales peruanas incluso empeoró respecto a la Colonia, esto desde el momento en que se produce el fenómeno del reclutamiento.

Las disparidades regionales. JB. La enorme concentración de poderes políticos y económicos es la zona central de la costa, se explica por el fenómeno de la explotación del guano. Este enriquece primero a los extranjeros y luego a unos cuantos peruanos intermediarios. Se va formando la plutocracia (que da lugar al civilismo) que aparece representada en el parlamento, quien da leyes que los apoyan.

Los militarismos. Surgen por la duración larga de la guerra, por la actitud nacionalista frente a los colombianos y por el problema con Bolivia que ansía salida al mar por Arica. Asimismo surge por que hay un gran vacío social. La aristocracia peruana no ha dirigido la última etapa de la revolución de la Independencia. En este vacío aparecen los militares vigoriados

Dimensión metropolitana de la globalización

Dimensión metropolitana de la globalización: Lima a fines del siglo XX

The spatial transformation of Metropolitan Lima represents an important case study because of the dramatic changes in places where people work, live, and play and the relationships among them. This case study sketches important elements to be considered in the development of metropolitan regions, which are expanding their international links. This article includes also a conceptual review of metropolitan spaces and networks, as well as an empirical assessment of the reorganization of metropolitan activities and networks in Lima, which have been driven by the ability of local actors to tap international capital and information.—Miriam Chion.


La transformación espacial de Lima Metropolitana representa un estudio de caso de especial importancia debido a los dramáticos cambios habidos en los lugares de trabajo, de vivienda o de entretenimiento, y las relaciones entre ellos. Este estudio esboza elementos importantes a considerar en el desarrollo de otras regiones metropolitanas cuyas conexiones internacionales están en expansión. Este artículo incluye además una revisión teórica sobre espacios y redes urbanas, así como una evaluación empírica de la reorganización de actividades y redes metropolitanas en Lima, las que se han desarrollado en función a la habilidad de actores locales para captar capital e información internacional.
Palabras clave: Perú, Lima, desarrollo metropolitano, desarrollo regional, desarrollo económico, economía internacional.
1. Introducción
El proceso de reestructuración económica global de fines del siglo XX ha incorporado tanto regiones altamente industrializadas como también regiones en condiciones marginales a la economía global, como es el caso de Lima Metropolitana. La atracción de flujos de capital, comercio, e información internacional no sólo ha dependido de políticas centrales macroeconómicas sino también de múltiples actores locales con capacidad de organización e innovación para captar estos flujos y articularlos a nivel local; tal es el caso de la elite ejecutiva que impulsa el desarrollo del nuevo distrito financiero o las empresas informales de confección que expanden exponencialmente el distrito de confecciones. La convergencia de redes globales y locales ha desencadenado la emergencia de nuevos actores económicos, así como cambios en los procesos industriales y en las relaciones entre trabajadores e inversionistas. Estos cambios han contribuido a desdibujar las fronteras entre las economías formal e informal y a incrementar la diversidad social en los espacios de producción y consumo, al mismo tiempo que han acentuado la segregación en las áreas residenciales.
Estos procesos económicos y sociales se traducen en una nueva organización espacial metropolitana. El único centro metropolitano de múltiples actividades que Lima mantuvo por muchas décadas se ha desdoblado en múltiples centros especializados y redes de actividades informacionales, industriales, comerciales y culturales. Estos centros han generado una alta densidad de actividades y flujos de capital e información, creando una nueva jerarquía espacial metropolitana.
Esta investigación se basa en estudios existentes sobre ciudades en el contexto de reestructuración económica global y en el análisis empírico sobre Lima Metropolitana. El propósito principal es indagar sobre las condiciones bajo las cuales las regiones menos industrializadas participan en la economía global, así como los procesos sociales y económicos metropolitanos que establecen nuevas formas de organización espacial.
2. Reflexiones sobre espacios urbanos, redes globales, y redes metropolitanas
La literatura existente sobre ciudades globales constituye un punto de partida para la identificación y definición de redes metropolitanas como elementos importantes en el proceso de transformación espacial en Lima Metropolitana. Esta literatura presenta diferentes puntos de vista sobre el espacio urbano y sobre la incidencia de la expansión de redes globales de producción e información en este espacio urbano, especialmente en la organización de actividades urbanas y el desarrollo de centros metropolitanos.
2. 1. Reconfiguración de ciudades y espacios urbanos
Muchos investigadores urbanos coinciden en que las ciudades han experimentado cambios trascendentales en el contexto de la restructuración económica global. Sin embargo, mientras algunos autores describen estos cambios como parte de un proceso continuo de desarrollo industrial, otros proponen la reconfiguración del espacio urbano dentro de lógicas distintas a la de los procesos anteriores de industrialización. Dentro de los primeros, Hall (1990) argumenta que las funciones de las ciudades globales, definidas como el movimiento e intercambio de bienes y el control del estado nacional, fueron las mismas en los años ‘50 que en los ’90, pero con un peso relativo diferente. De acuerdo a Hall, las ciudades globales están experimentando cinco procesos paralelos. Dos de estos procesos empezaron casi a principios del siglo XX: el desgaste de los gremios tradicionales y la trasformación del sector manufacturero de capital intensivo. Los otros tres procesos más recientes incluyen la contracción del sector de transporte y distribución de bienes a gran escala, el crecimiento de los servicios para los productores o sector de procesamiento de información y un aumento del sector de servicios al consumidor de consumo conspicuo. Desde una perspectiva similar, Sassen (1991 y 1994) propone que las ciudades globales son lugares claves para finanzas y firmas de servicio especializados, sitios de innovación en industrias líderes y mercados para los productos e innovaciones producidas. Las ciudades globales emergen como centros de control y administración en el proceso de expansión territorial de actividades económicas dentro de la economía global.
A diferencia de estos enfoques de ciudades globales, confinados territorialmente y construidas jerárquicamente, Castells (1996) propone un enfoque definido por los flujos de información y redes. El espacio de flujos está, pues, descrito en base a tres niveles. El primer nivel está constituido por circuitos de impulsos electrónicos, procesamiento informático y el transporte de alta velocidad, los cuales forman la base material de la sociedad informacional. El segundo nivel está compuesto por lugares que constituyen los nodos integrados en una red, tales como Londres, Tokio, Nueva York, Zurich, Milán y Hong Kong, cada uno de los cuales desempeña diferentes funciones en la red financiera global. El tercer nivel representa la organización espacial de las elites dominantes que determinan la actual forma de dominación en la sociedad, donde la capacidad de organización de estas elites es paralela a su capacidad para desorganizar el resto de la sociedad.
Massey (1994) también propone una revisión del concepto de espacio, y argumenta que "lo espacial puede ser visto como algo construido a partir de una multiplicidad de relaciones sociales a través de todas las escalas espaciales, desde el alcance global de las finanzas y telecomunicaciones, pasando por la geografía de los tentáculos de poder nacional, hasta las relaciones sociales dentro del pueblo, el asentamiento, el hogar y el lugar de trabajo". Esta autora afirma que los lugares en el contexto global están definidos no sólo por la movilidad de la población, sino también por el poder de la población en relación a los flujos y el movimiento. Algunos grupos sociales inician flujos y movimientos, otros los reciben y otros están restringidos por ellos. Massey propone una definición de ciudades como lugares de encuentro, como "momentos articulados en redes de relaciones sociales" sin restricciones de territorio o tiempo específico.
Estos dos últimos enfoques asumen una perspectiva diferente en la cual las ciudades no son objetos, sino procesos. Estos autores no sólo analizan un nuevo fenómeno, sino también explican la relación entre espacio y tiempo en la configuración de ciudades que participan en el proceso de globalización. No proporcionan una definición explícita de la ciudad global, sino más bien un entendimiento de la nueva lógica espacial y el complejo proceso de desarrollo territorial.
2.2. Configuración de redes en el espacio metropolitano
Sobre la base de estos estudios y las observaciones propias sobre Lima Metropolitana, se puede inferir que la economía global ha establecido un proceso de creciente interdependencia entre ciudades, un proceso que debe ser entendido en el contexto de una red global urbana. La complejidad social del fenómeno de globalización y por consiguiente la complejidad espacial demanda una evaluación de las ciudades más allá del limitado concepto de aglomeraciones territoriales individuales.
Esta investigación propone la emergencia de una estructura de regiones metropolitanas organizada alrededor de redes especializadas en funciones urbanas específicas que conectan los múltiples centros metropolitanos. En esta organización espacial emergente, los lugares no están simplemente definidos por la acumulación de recursos, sino también por los flujos de transacciones financieras y de intercambio de información, así como por la habilidad para atraer una fuerza laboral capacitada y visitantes. Por consiguiente, el análisis del espacio metropolitano deja de tener un foco solamente territorial concentrado en lugares y más bien se concentra en la interacción entre lugares.
Dentro de este contexto, y para el análisis de las recientes transformaciones en Lima Metropolitana, las redes metropolitanas se definen en base a cinco elementos esenciales: (1) flujos de información, capital, y población para la producción de servicios y productos especializados; (2) relaciones de confianza basadas en relaciones personales que facilitan las transacciones en el proceso de toma de decisiones y procesos de producción; (3) intercambio de conocimientos sobre producción y procesos políticos, así como sobre sus actores principales; (4) desarrollo de reglas de participación formales e informales; y (5) apoyo material para el movimiento de capital, información y población, incluyendo sistemas de transportes y telecomunicaciones.
El efecto de estas redes en el espacio metropolitano depende del grado de movilidad de capital, información y población a través de estas redes, y de la capacidad de organización e innovación de los actores locales. El grado de movilidad de capital e información a través de estas redes locales y globales define las posibilidades de expansión económica. A mayor movilidad, mayores son las posibilidades de integración de los procesos de producción y los actores en distintos sectores industriales, barrios y regiones. La habilidad de los actores locales para captar flujos globales y articular éstos a las redes metropolitanas puede incrementar las posibilidades de desarrollo. Sin embargo, altos niveles de movilidad y participación en las redes globales no pueden generar desarrollo, a no ser que los actores locales tengan conocimiento y control sobre la generación y distribución de los flujos de capital e información.
Dentro de la región metropolitana, la conexión a las redes determina la jerarquía de poder de los diferentes actores locales y lugares. Los centros metropolitanos más prominentes tienen el mayor grado de conexión a las redes metropolitanas y globales. Los principales negocios, instituciones y la elite ejecutiva internacional en estos centros metropolitanos no sólo participan de estas redes, sino también tienen control sobre la distribución de capital e información. Un segundo nivel de conexión a las redes incluye centros metropolitanos más pequeños, así como pequeñas empresas y trabajadores temporales. Ellos tienen la posibilidad de integrarse a redes de actividades como receptores de información y recursos, pero no tienen control sobre la distribución de capital e información. Un tercer nivel incluye la gente y los lugares que establecen conexiones muy débiles con estas redes o que no llegan a conectarse, como la fuerza laboral no educada o barrios pobres periféricos, quienes tienen acceso muy limitado a empleo y capital, enfrentan condiciones de vida y trabajo inferiores y tienen oportunidades muy limitadas para participar en el proceso de desarrollo.
3. Crisis y recuperación económica del Perú en los años ‘90
A mediados de los años ‘90, Lima Metropolitana rompió su aislamiento de la economía global y retomó su participación en las redes globales bajo cuatro condiciones específicas: el proceso de estabilización política, la implementación de políticas económicas que favorecían inversiones internacionales, la disponibilidad de capital social y económico y las mejoras en transporte y telecomunicaciones. Estos cambios políticos y económicos tuvieron una incidencia concreta en la reorganización de actividades urbanas y su configuración espacial.
En los años precedentes a 1992, Perú experimentó un período de devastadora crisis económica sumada a los niveles más altos de violencia política en la historia del país. En 1988, las reservas nacionales experimentaron un balance negativo. Entre 1987 y 1992, la producción nacional experimentó una caída del 22%. En 1990, la tasa de inflación anual estuvo por encima del 7.600%. Las condiciones de pobreza se expandieron, alcanzando más de la mitad de la población, y la epidemia del cólera causó miles de muertes en los segmentos más pobres de la población (INEI, 1997a y 1997b; Iguíñiz, 1998; Crabtree & Thomas, 1998). Durante este período, Perú fue además marginado por las grandes instituciones financieras internacionales como consecuencia de la iniciativa del Presidente Alan García de limitar los pagos de la deuda externa para amortiguar el impacto devastador que ésta estaba teniendo en los países latinoamericanos.
Después de 1992, Perú empezó a experimentar un rápido crecimiento económico, así como un crecimiento en comercio internacional e inversiones extranjeras, producto en gran parte de la reducción de los niveles de violencia y la implementación de drásticas políticas macroeconómicas. La producción nacional incrementó en un 43% entre 1992 y 1998, y en 1994 alcanzó el 13%, una de las tasas de crecimiento más altas en muchas décadas, y una de las más altas a nivel mundial. Entre 1990 y 1994, la tasa de inflación anual declinó del 7.600% al 20%. Entre 1990 y 1997, las exportaciones se duplicaron y las importaciones se triplicaron. Para poder participar en los mercados internacionales, el gobierno peruano tuvo que hacer concesiones especiales para proteger a los inversionistas extranjeros y facilitar el comercio internacional. En 1994, el estado de aislamiento había sido superado y las tendencias económicas sugerían que el país se había reincorporado a la economía global. Estos dramáticos índices de crecimiento económico de mediados de los años ‘90 no se tradujeron necesariamente en una mejora en la calidad de vida de las mayorías. Sin embargo, los sectores que se llegaron a embarcar en este proceso de crecimiento económico durante este período no fueron exclusivamente los sectores económicos y poblacionales tradicionales. Nuevos actores, lugares y sectores económicos se embarcaron en este proceso de cambio, aunque sólo algunos de éstos llegaron a iniciar un proceso de desarrollo sostenido.
4. Actividades urbanas y redes en Lima metropolitana
Dentro del contexto nacional, Lima Metropolitana representa gran parte de la población y de la economía de Perú. A fines de los años ‘90, Lima Metropolitana concentraba un tercio de los 23 millones de habitantes en el país, la mitad del producto bruto interno (PBI) y tres cuartos de su infraestructura de telecomunicaciones (INEI, 1997a y 1997b). Este proceso de centralización se agudizó en los últimos 50 años, período en el cual la población de Lima Metropolitana aumentó diez veces, a pesar de su inadecuada ubicación en un desierto árido en la costa central de Perú. La mayoría de este crecimiento urbano ocurrió durante los años ‘60 y ’70, cuando la migración desde otras regiones del país se intensificó.
Por siglos, la organización espacial de Lima Metropolitana estuvo basada en un solo centro, el Centro Histórico, que cumplía funciones múltiples que servían a la mayoría de los barrios. La centralización del país se replicaba dentro de su capital. Situado en el extremo norte del casco urbano original, adyacente al río Rímac, el Centro Histórico ha sido sede principal de las funciones de gobierno. El Centro Histórico articulaba la ciudad a través de una estructura radial metropolitana. Estaba rodeado por dos anillos concéntricos: un anillo interno definido por la antigua área urbana consolidada y un anillo externo definido por los barrios periféricos.
En el extremo oeste de la antigua área consolidada se encuentran el puerto y el aeropuerto internacional, conectados con el Centro Histórico a través del más importante corredor industrial. La zona residencial de clase media y alta tradicional, incluyendo los distritos de Miraflores y San Isidro, está ubicada al extremo suroeste de la antigua área consolidada, y está conectada con el Centro Histórico a través de la autopista principal de la ciudad.
Los barrios periféricos son, principalmente, el resultado del crecimiento urbano de los últimos 30 años, cuando la población de la ciudad aumentó aceleradamente y rebasó la capacidad del área consolidada. Esta expansión urbana, basada predominantemente en toma de tierras y autoconstrucción, fue paralela a la expansión del sector informal que emerge como alternativa de empleo para este gran sector de la población. Después de algunas décadas, muchas de estas barriadas se han convertido en barrios periféricos consolidados, con infraestructura, servicios y negocios adecuados, pero otras permanecen aún en condiciones muy pobres y con infraestructura limitada. Todas las barriadas en conjunto ocupan cerca de un tercio del área metropolitana.
Durante los años ‘70 y ‘80, el Centro Histórico entró en un proceso de deterioro en su configuración física y económica que resultó en el desplazamiento de muchos negocios e instituciones al nuevo y moderno centro metropolitano en Miraflores, y a centros distritales en el resto de la ciudad. Estos centros distritales servían a sus barrios y replicaban hasta cierto punto las funciones múltiples que se realizaban en el Centro Histórico, pero a una escala más pequeña. Seguían la estructura jerárquica social y económica de los barrios de la ciudad: los barrios de altos ingresos desarrollaron centros más grandes con una amplia gama de negocios, servicios e instalaciones urbanas; los barrios de menores ingresos desarrollaron centros más pequeños con menos servicios. Este patrón de organización espacial metropolitana cambia en los años ‘90 como resultado de la reorganización de actividades que se describe a continuación.
4.1. Actividades informacionales
Hoy en día, las actividades informacionales constituyen uno de los componentes más importantes de las economías urbanas y del desarrollo. Estas actividades, principalmente ubicadas dentro del sector terciario o de servicios, concentran las empresas e instituciones que se dedican a la producción o procesamiento de información así como a la toma de decisiones, incluyendo entre otras las empresas financieras, sedes corporativas, servicios profesionales, consultorías y agencias de gobierno.
Durante los años ‘90, la expansión de estas actividades en Lima Metropolitana aparece relacionada al crecimiento económico acelerado conectado a inversiones y comercio internacional, así como a la disponibilidad de una fuerza laboral calificada. Las actividades informacionales establecen la infraestructura institucional y física que permite la participación de empresas e instituciones en el ámbito internacional. La expansión de estas actividades se hace evidente en el crecimiento de la inversión extranjera dentro de ciertos sectores, la expansión de la bolsa de valores de Lima y la expansión y diversificación del comercio internacional.
Entre 1990 y 1997, la inversión extranjera en el Perú se cuadriplicó. Pero un factor aun más importante que el nivel total de crecimiento fue la distribución de estas inversiones por sectores económicos, donde se identifica el mayor crecimiento en los sectores relacionados a las actividades informacionales. El sector financiero creció seis veces y el sector de energía, comunicaciones y transporte más de 500 veces (el crecimiento exponencial de este último se explica en gran parte por la compra de la compañía de teléfonos por empresas españolas, y una acelerada expansión de estos servicios que se mantuvieron reducidos por muchos años).


Entre 1991 y 1997, la Bolsa de Valores de Lima se multiplicó 15 veces, de 470 millones a 7,7 mil millones de dólares aproximadamente. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, entre 1992 y 1998 el comercio internacional creció de 7,7 a 14,3 mil millones de dólares, un crecimiento del 86%. La diversificación del comercio internacional es un factor importante en este período de crecimiento económico. Mientras que en las décadas de los ‘70 y ‘80 el intercambio comercial con los Estados Unidos era mucho mayor que con cualquier otra región en el mundo, este patrón varía en los ’90, cuando el intercambio comercial con países asiáticos y latinoamericanos casi se duplicó a 1,39 y 2,29 mil millones de dólares respectivamente, mientras que con Estados Unidos el crecimiento fue del 30%, a 1,94 mil millones de dólares.
Además de la inversión extranjera y comercio internacional, la expansión de este sector informacional en Lima Metropolitana se hizo posible debido a la disponibilidad de una fuerza laboral calificada. En los años ‘90, la fuerza laboral en Lima Metropolitana era proporcionalmente más extensa y más educada que en décadas anteriores. Entre 1981 y 1993, el número de personas con educación superior técnica o profesional creció de 224.000 a 595.000, y el número de profesionales creció a más del doble, de 162.000 a 335.000 (INEI, 1996).
La expansión de estas actividades informacionales se presenta dentro de nuevas formas de organización institucional y empresarial, donde extensas redes análogas establecen un fluido intercambio de información dentro de una elaborada infraestructura de telecomunicaciones y relaciones de confianza, establecidas a partir de organizaciones profesionales y sociales. Estas redes han facilitado el acceso a capital nacional e internacional a través de nuevos servicios financieros, de bienes raíces y de seguros especializados, así como también a través del uso de nueva tecnología, como cajeros automáticos y transacciones electrónicas. El alcance de estas redes financieras no sólo ha incorporado grandes corporaciones tradicionales, sino también negocios marginales e informales, permitiéndoles acelerar sus transacciones con el uso de estos servicios especializados y nueva tecnología.
Esta expansión y reorganización espacial de actividades informacionales tienen una implicación especial en la configuración espacial de la región metropolitana. Hasta mediados de los años ‘80, estas actividades se localizaban principalmente en el Centro Histórico y en el centro moderno de Miraflores. Durante los ‘90, las actividades informacionales se dividieron en dos grupos principales. Las actividades corporativas, que concentran la toma de decisiones y las conexiones internacionales, se ubicaron en el nuevo Distrito Financiero en San Isidro, mientras que los servicios básicos como servicios financieros al público en general, corretaje de bienes raíces o servicios legales locales crecieron en vecindarios periféricos, y hasta cierto punto han permanecido en el Centro Histórico y Miraflores.
El nuevo Distrito Financiero en San Isidro, hasta hace poco un barrio predominantemente residencial de altos ingresos, se ha desarrollado como un espacio adecuado para la clase ejecutiva local e internacional que opera dentro de una red global de centros urbanos, y que requiere ciertas facilidades urbanas típicas de esta red. Este Distrito Financiero se diferencia del Centro Histórico en su especialización de funciones. Mientras que el Centro Histórico combinaba actividades financieras con una amplia gama de otros negocios, funciones de gobierno y actividades culturales, el nuevo Distrito Financiero se especializa en actividades informacionales.
En 1996, San Isidro tenía la segunda concentración más grande de empleos formales en Lima Metropolitana, con cerca del 9% (140.000 empleos). La concentración más alta estaba en el distrito de El Cercado, donde el Centro Histórico está situado, con cerca del 17% (240.000 empleos). San Isidro tenía la más alta concentración de empleos informacionales, 30% del total en Lima; 12% de instituciones financieras; 25% de corredores y consultores financieros y 36% de compañías de seguros (INEI, 1996).
En los años ‘90, ni el Centro Histórico ni el centro moderno de Miraflores pudieron absorber el crecimiento de los negocios y empleos informacionales. A pesar de la vitalidad económica, servicios internacionales y facilidades disponibles en Miraflores, San Isidro fue considerado como un lugar más atractivo.
A diferencia de aquellos distritos financieros alrededor del mundo que se establecen en áreas con valores de propiedades inmobiliarias muy bajos, la emergencia y consolidación de este Distrito Financiero en San Isidro ha ocurrido en un área residencial de alto status social y económico, desplazando principalmente a una población de altos ingresos. El prestigio social asociado a San Isidro ha proporcionado una configuración urbana atractiva para las crecientes actividades informacionales y para las elites ejecutivas locales e internacionales. San Isidro ofrece condiciones de comodidad, conveniencia y ambiente "seguro", condiciones requeridas por empresarios internacionales en otras ciudades importantes en el mundo. El distrito de San Isidro ofrece también dos niveles de aislamiento del resto de la región metropolitana: un aislamiento de las actividades comerciales, industriales y de entretenimiento, así como un aislamiento social de los sectores de bajos recursos.
La consolidación de este distrito refleja el más directo impacto espacial que Lima Metropolitana haya experimentado a causa de la extensión de redes financieras globales, en un área que constituye el nodo económico más importante de la economía metropolitana y nacional. Las actividades informacionales, entre otras actividades urbanas, constituyen el modelo más claro de concentración espacial de capital y poder de decisión económico, mientras que las redes locales han aumentado la movilidad social y económica de empresas con capacidad de innovación y de la fuerza laboral capacitada.
4.2. Actividades industriales
La reorganización de actividades industriales en el ámbito internacional tiene una referencia específica en el caso de la industria de confecciones en Lima Metropolitana. Los cambios en las condiciones políticas y económicas durante la recesión de finales de los años ‘80 y comienzos de los ‘90, así como el crecimiento económico acelerado de mediados de los ‘90, dieron lugar a la reorganización de actividades industriales en general y de la industria de confecciones en particular.
Durante la crisis de los años ‘80, muchas de las grandes fábricas textiles y de confecciones en Lima Metropolitana enfrentaron grandes dificultades como resultado de una inflación desenfrenada, la contracción de sueldos y salarios, y la inhabilidad de reducir los costos de producción (Tello, 1995). Estas dificultades se incrementaron con los cambios en las políticas industriales nacionales de los ‘90, las que implicaron la desaparición de las políticas y programas de substitución de importaciones implementados originalmente en los años ‘60 y ‘70 en gran parte de América Latina. Las políticas económicas puestas en ejecución en los ‘90 para responder a las demandas de las instituciones financieras internacionales, incluyeron reducciones importantes en aranceles de importación, que dieron lugar a la expansión de importaciones de ropa y equipo de fabricación, principalmente de Corea, China, Japón y otros países asiáticos. Imposibilitadas de competir con estos productos importados, pocas fueron las grandes empresas que pudieron subsistir. Por el contrario, las pequeñas empresas especializadas enfrentaron condiciones más propicias para producir y multiplicarse gracias a la disponibilidad de mano de obra calificada generada por los despidos masivos en los sectores privados y públicos, la importación de maquinaria apropiada a bajo costo y la flexibilidad de estas pequeñas empresas para adaptar sus productos a las modas cambiantes y a precios módicos.
El distrito de confecciones de Gamarra ilustra cómo las pequeñas empresas encontraron formas eficientes de organizarse y espacios apropiados para una producción especializada. El desarrollo de Gamarra es el producto de la habilidad de empresarios y organizaciones locales para establecer reglas informales de cooperación, mantener su identidad cultural y retener el poder local, a pesar de la creciente participación de empresas nacionales e internacionales. Este distrito ha podido disfrutar de los beneficios que las redes institucionales locales fuertes, emergidas del sector informal, generan al intersectarse con una diversidad de redes internacionales descentralizadas. Esta intersección de redes locales e internacionales se ha desarrollado sobre la base de un alto nivel de interacción entre pequeñas y grandes empresas locales, la reinversión hecha por grandes empresas locales y el liderazgo de organizaciones empresariales innovadoras. Esta configuración institucional ha facilitado la convergencia de actividades de manufactura, comercio y servicios, así como de operaciones formales e informales, en un ambiente que fomenta el uso de nueva tecnología e innovaciones en la organización de actividades y define nuevas formas de organización espacial en la región metropolitana.
Las redes locales de producción en este distrito se componen de relaciones entre empresarios, subcontratistas, proveedores y clientes. Las relaciones de confianza y la flexibilidad en las operaciones han sido esenciales en la consolidación de estas redes, las cuales incluyen muchas transacciones informales.
La combinación de actividades de fabricación y actividades comerciales ha permitido una proximidad a los clientes, que a su vez genera un circuito completo de intercambio de información entre productores y consumidores. La estrecha proximidad entre fabricantes, minoristas, y clientes es crucial en la fabricación de ropa, debido a que la industria de confecciones es altamente sensible a los constantes cambios en la moda, involucra una variedad de productos y requiere una amplia gama de insumos. Esta concentración de actividades y redes ha permitido también que pequeñas empresas alcancen economías de escala y que los fabricantes disminuyan sus costos de transporte y de distribución, lo cual permite que ofrezcan productos a bajos precios. Por otro lado, la dispersión de estas redes a nivel metropolitano ha permitido asegurar el suministro oportuno de productos de la calidad especificada por parte de contratistas y proveedores.
A diferencia de los patrones de comercio internacional de las décadas anteriores, que solamente incorporaban grandes instituciones financieras y corporaciones, la expansión reciente de las conexiones internacionales en Lima Metropolitana ha incorporado una amplia gama de negocios, industrias y países. A pesar de su previa condición marginal, los negocios en el Distrito de Confecciones de Gamarra han obviado la elite industrial local y han podido establecer acceso directo a redes internacionales especializadas. Las pequeñas empresas han logrado acceso no sólo a insumos, maquinaria importada e información, sino que también han alcanzado mercados internacionales, especialmente en Sudamérica, Norteamérica y Asia, a través de múltiples canales, incluyendo contrabando, corredores de ropa, consorcios de pequeñas empresas, ferias y mesas redondas. Este distrito también ha atraído a empresarios de negocios coreanos, quienes han abierto pequeñas fábricas y tiendas.
Por muchas décadas, la mayoría de las actividades industriales en Lima Metropolitana se había concentrado en corredores industriales dedicados a la industria pesada y plantas de producción en serie. Mientras el número de negocios y trabajadores en estos corredores industriales permanecía estable o se reducía, muchas actividades industriales se trasladaron a nuevos centros especializados, los cuales definen las nuevas formas de organización espacial que el caso de Gamarra ejemplifica.
Durante los años ‘60, había menos de cien negocios de confecciones que respondían predominantemente a las necesidades de la población de bajos ingresos, que había migrado recientemente a Lima desde ciudades pequeñas y áreas rurales, y que requería de vestimenta a bajo costo. A comienzos de los ‘90 habían cerca de 10.000 pequeñas empresas, y en 1997 llegaban aproximadamente a 15.000. Entre 1993 y 1997, se estima una expansión del volumen total de ventas anuales de US$ 566 millones a US$ 832 millones en el caso más conservador, o a US$ 1.433 millones en el caso más optimista. A fines de los ‘90, Gamarra representaba casi la mitad de todos los negocios textiles y de confecciones en Lima Metropolitana.
A diferencia de los corredores industriales que albergaban todo tipo de industrias, los centros industriales emergentes se han especializado en un tipo de producto y han atraído servicios relacionados. En el caso de Gamarra se da una especialización en función a las prendas de vestir, al tiempo que se combinan las actividades de producción con actividades de venta al por mayor y menor, así como servicios de producción y gestión, todos ellos integrados verticalmente. Otros dos centros industriales importantes que siguieron este modelo son el centro de fabricación de muebles en el parque industrial de Villa El Salvador y el centro de fabricación de calzado en San Juan de Lurigancho, ambos localizados en barrios periféricos en proceso de consolidación.
El Distrito de Confecciones de Gamarra representa un caso particular debido a la dimensión económica de este distrito y al cambio en la configuración espacial y social de este barrio. Gamarra, uno de los barrios más marginales, caracterizado tradicionalmente por condiciones de pobreza y altos niveles de delincuencia, se transformó en un centro metropolitano importante, conectado con negocios y mercados internacionales. Este crecimiento ha dado lugar a importantes inversiones en edificios modernos, algunos de los cuales han alcanzado los valores de propiedad más altos de la región metropolitana, y han atraído a clientes de una amplia gama de sectores sociales. Gamarra también se ha convertido en proveedor de tiendas de ropa especializada de barrios de clase alta, organiza sus propios desfiles de moda y atrae una amplia gama de clientes, tanto de clase media como alta.
4.3. Actividades culturales y de entretenimiento
Así como en las actividades informacionales e industriales, los cambios políticos y económicos de los años ‘80 y ‘90 han condicionado también la reconfiguración espacial de actividades culturales y de entretenimiento. A finales de los ‘80 y comienzos de los ‘90, la contracción de actividades culturales y de entretenimiento no sólo obedecía a la recesión y los limitados recursos económicos de la población, sino también a las restricciones generadas por los problemas de violencia política. Problemas de seguridad física limitaron los espacios de congregación pública y las actividades nocturnas. Calles y plazas en lugares centrales fueron cerradas al tráfico peatonal y vehicular para aumentar los niveles de seguridad y limitar el número de incidentes. Este paisaje urbano cambió drásticamente a mediados de los ‘90, cuando se redujeron los niveles de violencia política y se dio una proliferación de actividades culturales y de entretenimiento. Nuevos teatros, librerías, galerías de arte, museos, centros culturales y clubes de cine se abrieron y expandieron sus audiencias. Estos lugares se han multiplicado y han diversificado sus productos y eventos, que van de lo tradicional a lo moderno, incluyendo elementos de consumo masivo internacional.
Estas actividades culturales y de entretenimiento en los años ‘90 tienen una caracterización social y configuración espacial particular, debido a la tensión entre el consumo masivo internacional y la demanda de una identidad local. La reducción en los aranceles de importación y la expansión de medios de comunicación resultaron en una amplia difusión de productos importados. Programas de televisión, videos, revistas, espectáculos y otros elementos de entretenimiento importados, que eran exclusividad de una elite local, pasaron a ser objetos de consumo de sectores más amplios, incluyendo la población de bajos ingresos. Este fenómeno tuvo el efecto involuntario de disminuir el status social de esos productos y alzar el valor de los productos locales, que ofrecen elementos de la cultura tradicional y refuerzan la definición de una identidad local. Estos patrones culturales y de entretenimiento se dan también en una mezcla de cultura tradicional con elementos modernos, lo cual ha creado una imagen actualizada de modernidad que se considera muy atractiva, generando una nueva identidad basada en tradiciones locales pero percibida en términos de valores contemporáneos y de tendencias internacionales.
Esta expansión de actividades culturales y de entretenimiento se da también, como en el caso de las actividades financieras y de confecciones, dentro de una serie de redes locales e internacionales. Las instituciones más activas en la articulación de estas redes de actividades culturales y de entretenimiento son el gobierno municipal, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de artistas, corporaciones financieras y entidades internacionales. El gobierno municipal metropolitano ha jugado un papel central en el desarrollo de las redes que apoyan la promoción de actividades culturales y ha facilitado la participación de patrocinadores del sector privado, así como también de organizaciones internacionales, que promueven la rehabilitación de lugares de importancia histórica. El gobierno municipal metropolitano ha promovido una amplia gama de actividades culturales, incluyendo espectáculos, ferias, desfiles y eventos religiosos en respuesta a las necesidades de una población muy diversa, incluyendo a los inmigrantes de otras regiones del país.
Esta expansión y reorganización de actividades culturales y de entretenimiento ha resultado en la especialización del Centro Histórico en actividades con carácter local, al mismo tiempo que se refuerzan centros de actividades en barrios urbanos consolidados, como Miraflores y Barranco, y se crean nuevos centros en barrios periféricos emergentes, como Villa El Salvador, San Juan de Lurigancho, Vitarte, El Agustino y Comas. Por otro lado, centros de entretenimiento de consumo masivo internacional, que incluyen casinos, salas de juego y moteles, entre otros, se han ubicado en barrios de fácil acceso, como en el caso de la Avenida La Marina o San Borja.
El énfasis en actividades culturales en el rehabilitado Centro Histórico ha redefinido su rol y ha proporcionado un espacio de identidad urbana para la población local. La rehabilitación del Centro Histórico surgió como una reacción a la creciente homogeneización de espacios en Lima Metropolitana, resultado de la adopción indiscriminada de los predominantes patrones internacionales de desarrollo. La construcción de centros comerciales, centros de ventas al por menor y oficinas se ha venido desarrollado según estándares internacionales y sin referencias locales específicas. En contraste, el rehabilitado Centro Histórico ahora ofrece un espacio para uso público que tiene una fuerte conexión con la historia local, crea un sentido de pertenencia para la población local y de referencia local para los visitantes internacionales. La población de clase media y clase alta, que había dejado de frecuentar el deteriorado Centro Histórico por más de dos décadas, ha retornado atraída por los eventos culturales presentados en la nueva configuración rehabilitada del centro. El Centro Histórico ha reestablecido también un uso intensivo de las calles y plazas que está siendo replicado en otros barrios. El centro de Barranco es otro ejemplo similar al del Centro Histórico. Es el caso de un viejo barrio renombrado para su comunidad artística, que logró sobrevivir la ola de modernización que arrasó con otros barrios de la ciudad, y continúa albergando una variedad de acontecimientos culturales. La plaza principal y calles adyacentes despliegan innumerables cafés, restaurantes, peñas, bares, y discotecas que atraen a público de diferentes niveles económicos.
Dentro de un patrón contrastante al de Barranco surgió el área de casinos y moteles en La Avenida La Marina, que conecta los centros metropolitanos principales con el aeropuerto. Esta zona de entretenimiento, denominada Little Las Vegas, atraía en 1997 entre 110.000 a 120.000 personas por día en fines de semana y cerca de 27.000 en días laborables, y además registraba el número más alto de transacciones de cajero automático en todo el país.
4.4. Actividades comerciales
La expansión económica de los años ‘90 tiene un claro reflejo en la proliferación de actividades y establecimientos comerciales, la cual obedece a tres factores principales: el ingreso de productos importados, la promoción de consumo masivo a través de múltiples medios de comunicación y la expansión del consumo a través de tarjetas de crédito. A pesar de que estas actividades se organizan mayormente a través de redes comerciales tradicionales y espacios ya establecidos en décadas previas, la expansión de estas redes en el ámbito internacional, así como la integración de actividades formales e informales, definen nuevos elementos en la organización económica y espacial de estas actividades.
Gran parte de las actividades comerciales de venta al por menor ha permanecido en los centros metropolitanos tradicionales, tales como el Centro Histórico o Miraflores, y ha crecido en los centros de comercio menores en otros barrios de Lima Metropolitana. Pero además de este patrón preestablecido, la creación de nuevos megacentros comerciales y ferias de comercio ambulatorio representan los dos elementos más prominentes del consumo masivo formal internacional y del consumo masivo informal respectivamente. A pesar de la simbología distintiva de estos establecimientos a los dos extremos del espectro de patrones de consumo, la expansión de redes de actividades comerciales ha facilitado la conexión entre ellos. Los megacentros comerciales no sólo incluyen ventas de productos importados, sino también productos locales provenientes del sector informal. Al mismo tiempo, las ferias de comercio ambulatorio no sólo incluyen la venta de productos locales, sino también importados.
Los megacentros comerciales se han construido según estándares internacionales, como grandes complejos que incluyen supermercados, tiendas especializadas, establecimientos de comida al paso, cines de múltiples pantallas y grandes playas de estacionamiento. Estos centros comerciales se han construido como complejos autocontenidos, aislados del entorno urbano existente. Están diseñados para atraer clientes de altos ingresos, pero su ubicación estratégica y edificación prominente atraen a una clientela muy amplia, no necesariamente para consumo sino como un lugar de reunión, entretenimiento o para consumo de comida al paso. Jockey Plaza es uno de los complejos más grandes, inaugurado en 1997. Está ubicado en la intersección de dos vías principales, entre el distrito financiero y la zona de expansión residencial de altos ingresos. LarcoMar es otro de estos complejos recientemente terminados, cuya construcción provocó una controversia mayor, debido a la transformación que causó en el Parque Salazar, uno de los hitos más importantes del distrito de Miraflores. Este complejo es uno de los casos típicos donde los elementos de referencia local no pueden competir frente a la inversión corporativa en elementos de consumo masivo internacional.
En contraste con los megacentros comerciales, las ferias de comercio ambulatorio han surgido como simples estructuras abiertas de bajo costo, en su mayoría organizadas a partir de pequeños quioscos estandarizados e integradas a las calles y tejido urbano, como Polvos Azules, Polvos Rosados y Las Malvinas. Estas se especializan en productos de bajo costo producidos localmente o importados de Asia u otros países latinoamericanos. Muchas de estas ferias han sido construidas con la ayuda de gobiernos municipales, como parte del programa de reubicación de vendedores ambulantes que fue requisito para la rehabilitación del Centro Histórico. Estas ferias son uno de los elementos de transición entre la economía informal y formal. Los pequeños negocios que participan en estas ferias están registrados por los gobiernos locales, pero aún tienen flexibilidad para sus operaciones informales.
5. Patrón espacial emergente en Lima metropolitana
En los años ‘90, el patrón espacial emergente en Lima Metropolitana se caracteriza por el crecimiento de múltiples centros especializados dentro de una estructura cada vez más descentralizada. El Centro Histórico de funciones múltiples se ha desdoblado en múltiples centros metropolitanos especializados en determinadas actividades informacionales, industriales, comerciales o culturales, los cuales se articulan a través de redes de información, de transacciones comerciales o de relaciones sociales.
La habilidad de actores locales para captar flujos de capital e información ha sido uno de los factores esenciales en el desarrollo de estos centros metropolitanos. Esto contrasta con los anteriores patrones de desarrollo, en los cuales las inversiones de grandes capitales, público y privado, eran el factor primario. Los centros metropolitanos emergentes han dependido en gran parte de la fuerza de las organizaciones locales para fomentar la innovación de productos y de procesos económicos, para articular recursos locales e internacionales y para atraer una diversidad de trabajadores, visitantes y clientes. En este contexto, incluso las áreas marginales como Gamarra o Villa El Salvador, han roto barreras económicas y sociales, y han surgido como centros metropolitanos importantes.
Como se describe en la sección anterior, las actividades informacionales principales han gravitado hacia un nuevo Distrito Financiero en San Isidro, que responde a las necesidades de una elite ejecutiva profesional, al mismo tiempo que las actividades informacionales secundarias se han dispersado a partir de este distrito y gracias a la infraestructura de telecomunicaciones. Por otro lado, ciertas actividades industriales han encontrado espacios más propicios para la producción y crecimiento en distritos marginales, como el Distrito de Confecciones de Gamarra, donde un sector informal con capacidad de innovación y organización ha podido conectarse a redes internacionales. Estos distritos proveen mayor flexibilidad para el establecimiento de pequeños negocios y especialización de productos que los tradicionales corredores industriales. Las actividades comerciales han aumentado en los espacios tradicionales pero han creado también nuevos espacios polarizados, los megacentros comerciales de carácter internacional y las ferias de ambulantes de carácter informal local. De igual manera, las actividades culturales y de entretenimiento han gravitado hacia espacios de identidad local, como el Centro Histórico o Barranco, o espacios de carácter genérico, como la Avenida La Marina.
Esta organización de actividades sugiere una jerarquía espacial dentro de la estructura metropolitana emergente, determinada en gran parte por la movilidad de capital, información y población a través de las redes más que por la concentración de capital e infraestructura, que solían ser los factores determinantes. La jerarquía espacial tradicional, con el poder económico concentrado en el principal centro metropolitano y disminuyendo hacia la periferia urbana, ha sido sustituida por una geometría más compleja, en la cual los múltiples centros metropolitanos y sus respectivas redes concentran diferentes grados de poder económico, de acuerdo a la habilidad para movilizar capital, información y población. Cuanto mayor es el flujo de recursos, el alcance internacional y la facilidad de desplazamiento a través de una red, más alta es la posición de esta red en la jerarquía metropolitana. De igual manera, cuanto mayor es la convergencia de flujos en un nodo dado, más alta es la posición de este nodo en una red. En la jerarquía tradicional, el grado de marginalidad estaba determinado por la marginalidad territorial, como en el caso de los barrios periféricos. En la estructura emergente, el grado de marginalidad de un lugar está determinado por la carencia de conexión a las redes metropolitanas, sin importar su localización geográfica.
La organización en base a redes ha permitido una mayor movilidad de recursos. La movilidad de capital, que estaba contenida principalmente dentro del sector corporativo y de ciertas industrias tales como minería y pesca, se ha ampliado a empresas más pequeñas a través de una diversidad de industrias y de sectores formales e informales. Por otro lado, mientras que el acceso a información se mantiene correlacionado a la concentración de recursos y capital, la disponibilidad de nueva tecnología e infraestructura ha contribuido a una mayor difusión de información local e internacional a través de múltiples sectores de la población, distritos y sectores económicos. La movilidad espacial de la población, que era mayormente concéntrica, de lugares residenciales a determinados centros de empleo y de servicios ubicados alrededor del Centro Histórico, se realiza ahora dentro de un patrón multidireccional entre los múltiples centros especializados.
Estos nuevos patrones de jerarquía y movilidad espacial no se traducen necesariamente en una superficie homogénea de espacios equitativos, sino más bien en una organización espacial con diferentes elementos de referencia. La estructura espacial concéntrica, en función al Centro Histórico, se está desvaneciendo, y un eje este-oeste está emergiendo como un nuevo elemento de referencia. Este eje, objeto de importantes inversiones en infraestructura vial, está definido por el aeropuerto internacional en el extremo oeste, la zona suburbana residencial de altos ingresos en el extremo este y el Distrito Financiero en un punto intermedio. Asimismo, una variedad de actividades comerciales y de entretenimiento ha gravitado hacia diferentes segmentos de este eje. Dentro de la zona suburbana, donde predominan áreas residenciales de bajos ingresos con escasos servicios e infraestructura, múltiples barrios han experimentado un proceso de consolidación que incluye el desarrollo de una variedad de negocios y servicios, así como el establecimiento de gobiernos locales. Por otro lado, el nuevo fenómeno suburbano es el desarrollo de áreas residenciales de altos ingresos.


La reorganización espacial de actividades alrededor de redes metropolitanas y nodos ha facilitado la convergencia de una amplia gama de grupos sociales y de actores locales en los centros metropolitanos. Mientras que esta convergencia de grupos sociales no se ha traducido necesariamente en integración social, estos nuevos centros metropolitanos han creado espacios que son compartidos por los diversos grupos sociales, tales como los clientes de altos ingresos que también visitan el centro de confecciones en Gamarra, la clase alta que retorna al Centro Histórico para actividades culturales o la población de escasos recursos que frecuenta los megacentros comerciales, aunque sólo sea para propósitos de entretenimiento. Sin embargo, la segregación social que ha disminuido en estos espacios de consumo se ha agudizado en los espacios residenciales, como es el caso de las áreas residenciales del sector de altos ingresos en las zonas suburbanas, donde el acceso es controlado.
El caso de Lima Metropolitana ilustra cómo la expansión de redes internacionales de capital e información, combinada con la emergencia o fortalecimiento de redes locales especializadas, se traduce en nuevos espacios urbanos que presentan nuevas posibilidades de desarrollo, los cuales podrían ser considerados para el análisis de otras regiones metropolitanas.


Estas posibilidades de desarrollo metropolitano dependerán de la habilidad de los actores locales para potenciar los procesos de integración espacial y minimizar los de fragmentación. Sobre la base del caso de Lima se pueden identificar varios procesos de integración espacial. Uno de los procesos más destacados es la expansión de redes metropolitanas especializadas que pueden incorporar áreas y sectores económicos marginales, como en el caso de las redes informacionales que pueden ser utilizadas para apoyar otras actividades económicas y expandir la capacidad de producción y empleo en los barrios periféricos. La flexibilidad creada entre los sectores formales e informales puede facilitar la incorporación de una fuerza laboral y empresarial marginal dentro de formas institucionales más apropiadas y eficientes para la producción. El desarrollo de centros metropolitanos especializados en zonas urbanas existentes puede facilitar la convergencia de múltiples grupos sociales, así como la densificación de zonas existentes, permitiendo un uso de suelo más eficiente, contrario a la expansión suburbana masiva de décadas anteriores. Por último, la creación de espacios de identidad cultural puede facilitar la integración social de la población metropolitana, y al mismo tiempo, crear espacios atractivos para el visitante internacional.
Paralelamente a estos procesos de integración, el caso de Lima Metropolitana ilustra también procesos de fragmentación espacial de importante consideración. Los sectores de la población marginal, desconectados de las redes metropolitanas, pueden encontrarse en situaciones de extrema marginalidad, con muy limitados recursos y opciones para mejorar sus condiciones de vida. Por otro lado, la segregación de la elite local, dada su movilidad local e internacional y acceso a recursos a través de redes de telecomunicación y servicios especiales de correo, puede crear una unidad independiente del contexto local. Un tercer elemento está constituido por las crecientes discrepancias entre las fronteras territoriales tanto administrativas como políticas y las fronteras de producción que se redefinen constantemente a nivel local y se expanden a nivel internacional.
Estos procesos simultáneos de integración y fragmentación espacial presentan un reto para la definición de herramientas y procesos de planificación urbana, los cuales requieren la incorporación de una dimensión espacial que permita el análisis de la interacción entre lugares y la movilidad de información, capital y población.
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